Le miro.Me mira. Y de repente, algo se mueve en el aire. Las voces de las gentes que pasan por la calle ante nosotros se vuelven unos tenues susurros, que se confunden con le latir desenfrenado de nuestros corazones; cerca de las sienes resuenan esos latidos, y nuestros tórax suben y bajan al compás de la respiración que, en tan sólo una fracción de segundo, se ha acelerado.
Apenas nos separan un par de metros, pero ninguno de los dos se areve a acercarse al otro, a separar los labios para dar el primer paso hacia un saludo de lo más normal.
Dejo que los párpados me cubran los ojos durante un instante, a la par que las mejillas me suben de color. por la comisura de los labios de él se aprecia una sonrisa.
Yo no elegí fijarme en él; él no pudo evitar mirarme de forma especial. Ninguno de los dos decidimos cruzarnos en el camino del otro. No obstante, la fuerza del destino es demasiado poderosa, y el amor, demasiado caprichoso.
Acto seguido, cada uno sigue su camino. Las voces de las gentes, los bramidos de los coches y el trino de los pájaros vuelven a subir de volumen. Y ambos nos vamos, lamentando no haber tenido el valor suficiente como para acercarnos un poco más.
Apenas nos separan un par de metros, pero ninguno de los dos se areve a acercarse al otro, a separar los labios para dar el primer paso hacia un saludo de lo más normal.
Dejo que los párpados me cubran los ojos durante un instante, a la par que las mejillas me suben de color. por la comisura de los labios de él se aprecia una sonrisa.
Yo no elegí fijarme en él; él no pudo evitar mirarme de forma especial. Ninguno de los dos decidimos cruzarnos en el camino del otro. No obstante, la fuerza del destino es demasiado poderosa, y el amor, demasiado caprichoso.
Acto seguido, cada uno sigue su camino. Las voces de las gentes, los bramidos de los coches y el trino de los pájaros vuelven a subir de volumen. Y ambos nos vamos, lamentando no haber tenido el valor suficiente como para acercarnos un poco más.