Aquí os dejo una pequeña redacción que escribí para la revista de mi instituto. A ver qué os parece:
La Muerte De Una Pluma
Mi pluma ha muerto. Fue asesinada por el tiempo, que se la llevó lejos, para que no pudiese volver a verla. Mi pluma ha muerto. Ha muerto de tristeza, al leer el dolor con el que escribía, al conocer su duro cometido de plasmar mis más sufridos pensamientos y derramar lágrimas conmigo sobre el papel. Mi pluma ha muerto. Me dejó por culpa de la soledad, y no consiguió viuda que le llorase ni hijos que le enterrasen. Mi pluma ha muerto. Lo hizo por necesidad, para que dejase de ahogar en tinta lo que otros ahogan en alcohol; para que sus negros trazos no mancharan más mis blancos folios, como si escribiese sobre mi cuerpo, marcando mis penas en forma de letras tatuadas. Mi pluma ha muerto. Fue aplastada por la fuerza con la que apretaba su punta contra la cuartilla, pensando que, si atravesaba el papel, tal vez atravesaría también los pechos de quienes leyesen sus obras, y alcanzaría sus corazones, impregnándolos de una sangre que cuenta historias de amor que nunca acaban bien. Mi pluma ha muerto, ha muerto por mi culpa. Y, en su tumba, un epitafio que reza: "Aquí yace una pluma fiel, una pluma que aspiraba a ser ala para volar sobre el papel".
Menos mal que tengo un estuche lleno de plumas, todavía sin estrenar.
La Muerte De Una Pluma
Mi pluma ha muerto. Fue asesinada por el tiempo, que se la llevó lejos, para que no pudiese volver a verla. Mi pluma ha muerto. Ha muerto de tristeza, al leer el dolor con el que escribía, al conocer su duro cometido de plasmar mis más sufridos pensamientos y derramar lágrimas conmigo sobre el papel. Mi pluma ha muerto. Me dejó por culpa de la soledad, y no consiguió viuda que le llorase ni hijos que le enterrasen. Mi pluma ha muerto. Lo hizo por necesidad, para que dejase de ahogar en tinta lo que otros ahogan en alcohol; para que sus negros trazos no mancharan más mis blancos folios, como si escribiese sobre mi cuerpo, marcando mis penas en forma de letras tatuadas. Mi pluma ha muerto. Fue aplastada por la fuerza con la que apretaba su punta contra la cuartilla, pensando que, si atravesaba el papel, tal vez atravesaría también los pechos de quienes leyesen sus obras, y alcanzaría sus corazones, impregnándolos de una sangre que cuenta historias de amor que nunca acaban bien. Mi pluma ha muerto, ha muerto por mi culpa. Y, en su tumba, un epitafio que reza: "Aquí yace una pluma fiel, una pluma que aspiraba a ser ala para volar sobre el papel".
Menos mal que tengo un estuche lleno de plumas, todavía sin estrenar.