ORIGEN
Vaya por delante, a pesar de la obviedad del título, que se abstengan de leer el presente documento todos aquellos que no hayan visto Origen, ya que se va a destripar y analizar su contenido sin ningún tipo de recato. Advertidos quedan Ustedes.
Origen ha pasado por las taquillas y por nuestras mentes como si de un huracán se tratase, dejando a cualquier espectador medianamente desorientado y disparando el porcentaje de preguntas por minuto en su cabeza.
Mucho se está escribiendo en Internet sobre el desarrollo y el final de esta película, y considero mi deber verter mis propias reflexiones sobre el final, el único y verdadero, que creo late tras la película de Nolan.
Sí, estimados espectadores, cualquiera que haya jugado a ser creador de algo sabe que uno no escribe e invierte años de su vida para hacer, en este caso, una película con un final abierto, máxime cuando hay tantas pistas diseminadas por todo el film. Señoras y señores, no estamos ante un caso de ver la botella medio llena o medio vacía.
En esta ocasión, Nolan ha sabido crear el verdadero prestigio, y dejarse de afanosas explicaciones gráficas sobre el final de su película. Al fin, Nolan ha confiado en su propio talento como narrador.
¿Cuál es el final de Origen? Durante toda la película asistimos a un origen, no a Fischer, sino a Cobb, el personaje interpretado por Leonardo Di Caprio. Repito, no cabe otra explicación.
Y si Ustedes tienen aún algo de paciencia, procederé a explicar por qué llego a esta conclusión.
La primera premisa que debe tenerse en cuenta es la siguiente: uno nunca recuerda el principio de un sueño. Se lo dice Cobb a Ariadne en sus primeras conversaciones, y lo vemos plasmado en el segundo nivel, cuando Cobb hace de Mr. Charles con Fischer, haciéndole recordar cómo ha llegado hasta allí.
La verdadera complejidad del prestigio de Nolan no se encuentra en el juego de manos de los cuatro niveles del sueño, sino en lo que está, sin estar.
Nunca hay magia en el truco de un mago, sólo hay un problema de percepción. Nolan lo desarrolló sin mucho éxito en The prestige, pero aquí acierta a dar con el punto exacto. Lo dibuja Cobb ante Ariadne, diciendo que creamos y percibimos simultáneamente.
Aunque parezca muy difícil de creer, eso es lo que nos propone Nolan. Continuamente estamos asistiendo al juego de manos, pero casi sin darnos cuenta nos están haciendo percibir algo distinto, en otro plano, algo que no se ve en la pantalla, y que da sentido a toda la película.
Querido lector, rompe los esquemas de tu mente y empieza ya a pensar que el objetivo de la misión no es Fischer, sino Cobb, lo necesitarás para continuar leyendo.
La segunda premisa es tener bien claro los roles de cada uno. ¿Quién es Cobb? ¿Qué mueve a Cobb? Llevándolo a un territorio mitológico, Cobb es Ulises, en busca de su Ítaca particular: volver a casa con sus hijos. Ése es el fin. Su mujer, Mal, está muerta, en Ítaca, en este caso Estados Unidos, no estará con ella, pero en el peligroso camino de regreso a Ítaca lo acompañará y lo atormentará con único objetivo: que no la abandone a ella
"Tengo que volver a casa, es lo único que ahora importa."
Es decir, el viaje de Cobb tiene como inicio una realidad no verídica (¿sueño?) junto a Mal, y el fin del viaje no es otro que asumir la realidad de la pérdida de Mal y regresar con sus hijos, más concretamente con poder mirar a la cara a sus hijos.
Se lo confiesa Cobb a Ariadne en el ascensor de su sueño compartido:
"Es la única forma que tengo de soñar. Son momentos que lamento, recuerdos que debo cambiar. Si quiero volver a ver sus caras tengo que volver a casa en el mundo real."
No deben pasarse por alto las implicaciones psicológicas de poder mirar a los ojos de alguien cuando tienes una losa sobre ti. ¿Qué losa tiene Cobb? La culpabilidad.
Se lo pregunta Mal en el Limbo.
"¿Qué es lo que sientes?
Culpabilidad. Me siento culpable, Mal."
¡Qué difícil debe ser mirar a los ojos de unos hijos cuando te sientes culpable del suicidio de su madre!
Hemos fijado el inicio y el fin del viaje de Cobb, ¿cuál es el camino? La catarsis. Si acudimos a la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: "Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso".
Hemos desentrañado dos palabras muy interesantes que vertebran de alguna manera la película: recuerdos y catarsis.
Recordemos la aversión que muestra Cobb por los recuerdos a la hora de utilizarlos para realizar cualquier arquitectura. Se lo hace saber a Ariadne en el aprendizaje de ésa por París, cuando ella introduce en el sueño el puente que cruza todos los días cuando va a la Universidad. El mismo puente en el que estuvieron Cobb y Mal.
Cuando Ariadne descubre los experimentos nocturnos de Cobb, se asombra y recrimina a éste que está creando una cárcel para sus recuerdos con Mal (el inicio del camino, de la catarsis).
La catarsis está explicada en la parte del truco de manos, con la excusa del presunto origen a Fischer. Cobb rectifica a Elms de la siguiente manera:
"Yo creo que las emociones positivas vencen a las negativas. Todos anhelamos la reconciliación, la catarsis".
A esto me refiero con las dos dimensiones. En una, Nolan nos habla con complejidad del truco de manos que nos mantiene entretenidos, el origen a Fischer, apartándonos la mirada del origen a Cobb, la otra, pero dejándonos las pistas, como todo buen mago hace.
Siguiendo con el discurso, hemos entrado al mundo de Cobb sin saber muy bien cómo, en mitad de un doble sueño de extracción a Saito. Curioso personaje Saito. Dentro del origen a Fischer hace de turista, pero merece la atención repasar quién es o, al menos, quién aparenta ser.
Nos lo presentan como un importante hombre de negocios, rival de la compañía de Fischer. Un hombre que en varias ocasiones aparece en la "realidad" cual "deus ex machina". Aparece en el helipuerto ofreciéndole a Cobb lo que más desea, su Ítaca, a cambio de un origen a Fischer. No sabemos cómo pero con una llamada va a ser capaz de detener todas las persecuciones a las que se enfrenta Cobb: problemas con la justicia de Estados Unidos y problemas con su último empleador que, curiosamente, se llama Cobb(ol) engineering.
Cuando Cobb está a punto de ser interceptado por los secuaces de dicha compañía en Mombasa, Saito aparece en escena para protegerlo; y cuando hace falta conseguir un avión para hacer el origen a Fischer, compra una aerolínea entera.
Un vuelo de Sidney a Los Ángeles con un cadáver a bordo. ¿De qué me sonará?
Mi compañero Beiger apuntaba un defecto de guión en su postcrítica: "¿cómo puede ser que Robert Fischer (Cillian Murphy) no se de cuenta de que el presidente de su corporación rival Saito (Ken Watanabe) está sentado en un avión privado junto a él?". No se trata de ningún error de guión. Se trata de una de las claves ocultas que nos da Nolan. La explicación es que dicha historia no es real, Saito no es quien dice ser.
Por otro lado, la película no deja de tener una estructura a lo Ocean's Eleven, con el reclutamiento de un grupo de especialistas elegidos de todo el mundo para un trabajo poco menos que imposible. Sabemos lo que se llevará a cambio Cobb, pero no sabemos lo que se llevarán los demás, dando una idea de unos profesionales un tanto altruistas. Sólo se menciona el dinero en el primer nivel, tras herir a Saito, cuando Cobb les confiesa que si mueren no despiertan por el sedante de Yusuf. Arthur le dice a Yusuf si Cobb le prometió la mitad (del dinero, se supone) y él le contesta que le ofreció todo. Un tanto irreal, la verdad.
Saito es uno de los personajes que ayudará a Cobb a llegar a Ítaca. Es Saito el que le pide a Cobb, en el aeropuerto, que reúna un equipo y que elija mejor que antes. No olvidemos que la persona que falló en el primer trabajo que vemos en la película es el arquitecto. En cierta medida, Saito le dirige a Cobb hacia ese personaje clave para él, Ariadne.
Antes de profundizar en su análisis, otro apunte mitológico. Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, enamorada de Teseo a primera vista, lo ayudó dándole una espada mágica, y un ovillo del hilo que estaba hilando para que pudiese hallar el camino de salida del Laberinto tras matar al Minotauro. Revelador, ¿verdad?
La presentación de su personaje no puede ser mejor. Es Miles quien se la recomienda a Cobb, diciendo que es mejor que el propio Cobb. Sin apenas demasiado desarrollo ni presentación vemos que Ariadne conecta muy rápidamente con Cobb, incluso se atreve a compartir sus sueños más profundos en contra, o no, de los deseos del propio Cobb. Le da la clave de por qué no ejerce de arquitecto y le dice que no puede acompañarlos "por si uno de nosotros introduce sus proyecciones, no queremos que conozca el laberinto".
Ella lo convence para que acompañarlos en la misión y se dedica a estar cerca de Cobb y a interrogarlo de manera clave para el espectador.
En el primer nivel, tras caer herido Saito, Ariadne le dice a Cobb: "cuánto más nos adentremos en la mente de Fischer, más nos adentramos en la tuya".
Es más, apenas unos minutos después, Ariadne le dice lo siguiente a un extrañado Cobb:
"No eres el responsable de la idea que acabó con Mal."
Esta revelación es importante ya que Cobb no confiesa su origen a Mal hasta el Limbo.
Y en la primera escena que vemos del tercer nivel...
"Ariadne: ¿Qué hay ahí abajo?
Cobb: La verdad que queremos que averigüe Fischer.
Ariadne: No, ¿qué hay ahí debajo de ti?".
Ariadne ha sido la arquitecta elegida para acompañar de manera clave a Cobb en su catarsis, mostrando saber y no saber mucho más de lo que aparenta frente a Cobb y frente a nosotros mismos. La relación que los une es muy estrecha, sin apenas desarrollo o justificación de la misma. Por ejemplo, cuando ella decide abandonar tras el encontronazo con Mal, Cobb no tiene ninguna duda de que volverá.
Pasemos ahora a varias de las reglas que el propio Cobb le revela a Ariadne en su entrenamiento.
Existe un arquitecto, un soñador y un sujeto en cuyo subconsciente se entra. Los arquitectos no tienen por norma entrar en los sueños, sólo los diseñan y enseñan a los soñadores.
La gente en un sueño son proyecciones del subconsciente del sujeto en cuya mente se está entrando, no del soñador. Y cuando se realizan cambios, el subconsciente del sujeto se vuelve hostil, atacando como los glóbulos blancos luchan contra una infección.
No perdamos de pista estas reglas. Mal, cuando se encuentra con Ariadne y con Cobb, le dice a éste lo siguiente:
"¿No te sientes acosado, Don, perseguido por todo el Planeta por empresas anónimas y fuerzas policiales, tal y como las proyecciones acosan al soñador?"
Primeramente, perseguido por la policía en Estados Unidos; después por Saito; después por Cobbol. Y, pese a estar tan perseguido, siempre consigue escapar. Puede volar con facilidad a París o a Mombasa o a Japón. El truco de manos que nos ofrece Nolan, por ejemplo con París, es un guiño casi cómico: los problemas burocráticos de una extradición entre Francia y Estados Unidos. Sí, que lo explique el bueno de Polanski.
Está tan perseguido que, sin embargo, puede recibir llamadas directamene de sus hijos desde su casa en Estados Unidos, ¿acaso no estaría dicho teléfono pinchado por la policía para intentar localizar a Cobb?
Pero si uno mira un poco más allá verá el verdadero mensaje de Nolan. Cada vez que Cobb aparece en una ciudad no vemos cómo llega, ya está en dicha ciudad. Y siempre Nolan nos presenta la ciudad con un plano general de los edificios en una disposición de laberinto. Lo hace con Tokyo, lo hace con París y lo hace con Mombasa, siendo el máximo exponente de esto que comento el de Mombasa.
Ante el ataque de Cobbol, tras ir a reclutar a Eames, escapa, y nos muestra un plano cenital de Mombasa, choca con la gente sin parar; la gente del café se muestra hostil ante él y, para colmo, consigue escapar gracias a una especie de brecha (lo que en Matrix se llamaría un cambio en Matrix) por la que sólo cabe él y no sus perseguidores.
Es un ejemplo, pistas de que el soñador en ese momento está siendo Cobb. Y si nos paramos a pensar, en todo momento Cobb está soñando.
Mal, en su primera aparición en la segunda capa del sueño en el que intentan robar a Saito dice que, "a juzgar por la decoración, el que sueña es Arthur". Pero estamos ante el mismo decorado del Limbo a donde desciende Cobb para hacer regresar a Saito.
En el primer nivel, el soñador es Yusuf, pero Cobb, sin conocer la arquitectura, deja que entre el tren en la ciudad arrasando con todo
En el segundo nivel, el soñador es Arthur. Cobb hace de Mr. Charles y en un momento determinado le enseña a Fischer que se trata de un sueño realizando cambios en el tiempo. En ese momento, Cobb no puede evitar que aparezcan retazos de sí en el sueño. Aparece la copa de cristal rota, los niños (dos veces) y aparece en la barra del bar el señor que le da los billetes de avión cuando huye de Estados Unidos.
Estamos ante uno de los momentos más tramposos de Nolan ya que, a la vez, Arthur dice que las proyecciones del subconsciente de Fischer lo buscan a él por ser el soñador; pero en el bar, la gente, es decir las proyecciones de Fischer, buscan a Cobb, lo miran. ¿Puede haber dos soñadores? Sí, porque Cobb está continuamente soñando. ¿Cómo es eso posible? Volveremos más adelante.
En el tercer nivel, los protagonistas se ven acuciados por la prisa. Cobb le pide a Ariadne que le diga el atajo que Eames ha ideado para entrar en la fortaleza. En cuanto Cobb lo sabe, sospechosamente, las proyecciones de Fischer cambian su estrategia y vuelven hacia la fortaleza. Y Mal aparece para disparar a Fischer.
Cobb no es capaz de acabar con ella pese a que Ariadne (otra vez ella), le dice literalmente que "Mal no es real, que es sólo una proyección". Una proyección que sólo puede ser de Cobb.
¿Cómo puede estar Cobb ayudando a entrar dentro de su propio subconsciente para que se le haga el origen? Muy sencillo, o complicado según se vea. Cobb hace una demostración de ello con el paso del segundo al tercer nivel. Le hace creer a Fischer que entran en el subconsciente de Browning cuando en realidad están entrando en el suyo propio.
Nolan nos disemina durante todo el metraje el mismo origen a nosotros. Varias son las personas que advierten o interrogan a Cobb sobre la realidad o el sueño.
El primero de todos es Miles.
Cuando Cobb acude a París en su ayuda, hay un momento en el que le dice muy serio: "Vuelve a la realidad, Dom".
Lo que le dice el primer matón de Cobbol que se encuentra tras saltar del bar en Mombasha es: "Ahora no estás soñando, ¿no?". Curiosa frase de parte de un matón.
En el propio Mombasa, Yusuf también le interroga a Cobb: "¿Sigue soñando, señor Cobb?". Curioso también que tras probar la droga de Yusuf, Saito impida en el baño que Cobb verifique que se halla en la "realidad" al interrumpirle mientras giraba su totem.
Y, también en Mombasa, el ayudante de Yussuf le dice lo siguiente Cobb:
"Vienen a despertarse, el sueño se ha convertido en su realidad."
No obstante lo anterior, el detalle que más me impresiona de todo el juego de dimensiones que nos plantea Nolan es el siguiente. Sutil, pero poderoso, directamente dirigido a nosotros.
Cuando vemos por vez primera a la familia Fischer, Browning entra y se dirige a Robert, pero de fondo, Charles, el padre de Robert, le dice lo siguiente a Robert, tras tirar la fotografía de niño:
"Nunca, nunca, nunca jamás hagas lo que yo te diga...déjalo..."
Sorprendente. Sólo tiene una explicación, es una advertencia al espectador sobre la falacia que supone el origen a Robert.
Y es que Cobb, como sujeto en el que se están adentrando en su subconsciente, también reacciona, desde el primer momento. Arthur intenta persuadirlo para que no acepte el trato de Saito; incluso él mismo considera todo perdido después de que su mejor guardián del subconsciente matara a Fischer en el tercer nivel. Pero, una vez más, allí está Ariadne para infundir esperanza y mostrarle el recto camino de la catarsis a Cobb, la persona de confianza que Miles le ofreció, su guardián, a quien reconoce Malt cuando aquélla baja al sótano de los recuerdos de Cobb.
Cobb termina reconociendo su culpabilidad y expiándola, despidiendo de su vida a Mal, y aceptando tanto sus actos como su pérdida, realizando esa catarsis que le permite regresar a casa y ver la cara de sus hijos.
Esas son las raíces de la idea que le inseminan en el subconsciente a Cobb, la que le permite volver a la realidad y dejar de soñar.
Tras ir a buscar a Saito, Cobb despierta en el avión, desorientado. A partir de ahí Nolan da forma a su prestigio. Si en el inicio de la película casi lo primero que vimos de Cobb, antes que su cara, fue su alianza, ya no la lleva.
Nolan invierte muchos planos medios en ver cómo mira Cobb a sus "compañeros de viaje" y cómo éstos no reflejan ni familiaridad ni alegría alguna. Se cruza con ellos en el aeropuerto, pero no hay el menor gesto de complicidad.
Sale de la terminal y le está esperando Miles (¿pero no trabajaba en París?), como si tal cosa. Y llega a casa y ve a sus hijos, ve sus caras mientras el tótem gira, ajeno a si está en la realidad o no, sabiendo que ha llegado al final de su camino, que ha regresado a Ítaca.
Hay quien opina que sigue soñando. No es verdad. Hay quien dice que los niños se mantienen igual y que por eso es un sueño. No es verdad. Nolan lo hace deliberadamente, pero los niños del final son dos años mayores que los que vemos durante toda la película, así puede verse en los créditos del film. Incluso el diseñador de vestuario, Jeffrey Kurland, ha asegurado que visten de manera similar, pero distinta.
Queda la duda de quién ha introducido el origen en el subconsciente de Cobb, si ha sido Miles o incluso si ha podido ser el propio Cobb. Hasta donde he sido capaz de analizar, Nolan no da pistas concluyentes sobre dicho extremo. Tampoco importa demasiado. Quizá el rizo del rizo para Cobb fuese, no hacer un origen, que ya lo había hecho, sino autoinducirlo (el fin de toda trama de atracos imposibles es conseguir, precisamente eso, lo imposible).
Nolan esta vez sí que ha conseguido lo que intentó en The prestige, ha conseguido un verdadero y eficaz prestigio como quizá no se haya visto otro igual en cine, digno del aplauso del mismísimo Orson Welles.
Vaya por delante, a pesar de la obviedad del título, que se abstengan de leer el presente documento todos aquellos que no hayan visto Origen, ya que se va a destripar y analizar su contenido sin ningún tipo de recato. Advertidos quedan Ustedes.
Origen ha pasado por las taquillas y por nuestras mentes como si de un huracán se tratase, dejando a cualquier espectador medianamente desorientado y disparando el porcentaje de preguntas por minuto en su cabeza.
Mucho se está escribiendo en Internet sobre el desarrollo y el final de esta película, y considero mi deber verter mis propias reflexiones sobre el final, el único y verdadero, que creo late tras la película de Nolan.
Sí, estimados espectadores, cualquiera que haya jugado a ser creador de algo sabe que uno no escribe e invierte años de su vida para hacer, en este caso, una película con un final abierto, máxime cuando hay tantas pistas diseminadas por todo el film. Señoras y señores, no estamos ante un caso de ver la botella medio llena o medio vacía.
En esta ocasión, Nolan ha sabido crear el verdadero prestigio, y dejarse de afanosas explicaciones gráficas sobre el final de su película. Al fin, Nolan ha confiado en su propio talento como narrador.
¿Cuál es el final de Origen? Durante toda la película asistimos a un origen, no a Fischer, sino a Cobb, el personaje interpretado por Leonardo Di Caprio. Repito, no cabe otra explicación.
Y si Ustedes tienen aún algo de paciencia, procederé a explicar por qué llego a esta conclusión.
La primera premisa que debe tenerse en cuenta es la siguiente: uno nunca recuerda el principio de un sueño. Se lo dice Cobb a Ariadne en sus primeras conversaciones, y lo vemos plasmado en el segundo nivel, cuando Cobb hace de Mr. Charles con Fischer, haciéndole recordar cómo ha llegado hasta allí.
La verdadera complejidad del prestigio de Nolan no se encuentra en el juego de manos de los cuatro niveles del sueño, sino en lo que está, sin estar.
Nunca hay magia en el truco de un mago, sólo hay un problema de percepción. Nolan lo desarrolló sin mucho éxito en The prestige, pero aquí acierta a dar con el punto exacto. Lo dibuja Cobb ante Ariadne, diciendo que creamos y percibimos simultáneamente.
Aunque parezca muy difícil de creer, eso es lo que nos propone Nolan. Continuamente estamos asistiendo al juego de manos, pero casi sin darnos cuenta nos están haciendo percibir algo distinto, en otro plano, algo que no se ve en la pantalla, y que da sentido a toda la película.
Querido lector, rompe los esquemas de tu mente y empieza ya a pensar que el objetivo de la misión no es Fischer, sino Cobb, lo necesitarás para continuar leyendo.
La segunda premisa es tener bien claro los roles de cada uno. ¿Quién es Cobb? ¿Qué mueve a Cobb? Llevándolo a un territorio mitológico, Cobb es Ulises, en busca de su Ítaca particular: volver a casa con sus hijos. Ése es el fin. Su mujer, Mal, está muerta, en Ítaca, en este caso Estados Unidos, no estará con ella, pero en el peligroso camino de regreso a Ítaca lo acompañará y lo atormentará con único objetivo: que no la abandone a ella
"Tengo que volver a casa, es lo único que ahora importa."
Es decir, el viaje de Cobb tiene como inicio una realidad no verídica (¿sueño?) junto a Mal, y el fin del viaje no es otro que asumir la realidad de la pérdida de Mal y regresar con sus hijos, más concretamente con poder mirar a la cara a sus hijos.
Se lo confiesa Cobb a Ariadne en el ascensor de su sueño compartido:
"Es la única forma que tengo de soñar. Son momentos que lamento, recuerdos que debo cambiar. Si quiero volver a ver sus caras tengo que volver a casa en el mundo real."
No deben pasarse por alto las implicaciones psicológicas de poder mirar a los ojos de alguien cuando tienes una losa sobre ti. ¿Qué losa tiene Cobb? La culpabilidad.
Se lo pregunta Mal en el Limbo.
"¿Qué es lo que sientes?
Culpabilidad. Me siento culpable, Mal."
¡Qué difícil debe ser mirar a los ojos de unos hijos cuando te sientes culpable del suicidio de su madre!
Hemos fijado el inicio y el fin del viaje de Cobb, ¿cuál es el camino? La catarsis. Si acudimos a la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: "Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso".
Hemos desentrañado dos palabras muy interesantes que vertebran de alguna manera la película: recuerdos y catarsis.
Recordemos la aversión que muestra Cobb por los recuerdos a la hora de utilizarlos para realizar cualquier arquitectura. Se lo hace saber a Ariadne en el aprendizaje de ésa por París, cuando ella introduce en el sueño el puente que cruza todos los días cuando va a la Universidad. El mismo puente en el que estuvieron Cobb y Mal.
Cuando Ariadne descubre los experimentos nocturnos de Cobb, se asombra y recrimina a éste que está creando una cárcel para sus recuerdos con Mal (el inicio del camino, de la catarsis).
La catarsis está explicada en la parte del truco de manos, con la excusa del presunto origen a Fischer. Cobb rectifica a Elms de la siguiente manera:
"Yo creo que las emociones positivas vencen a las negativas. Todos anhelamos la reconciliación, la catarsis".
A esto me refiero con las dos dimensiones. En una, Nolan nos habla con complejidad del truco de manos que nos mantiene entretenidos, el origen a Fischer, apartándonos la mirada del origen a Cobb, la otra, pero dejándonos las pistas, como todo buen mago hace.
Siguiendo con el discurso, hemos entrado al mundo de Cobb sin saber muy bien cómo, en mitad de un doble sueño de extracción a Saito. Curioso personaje Saito. Dentro del origen a Fischer hace de turista, pero merece la atención repasar quién es o, al menos, quién aparenta ser.
Nos lo presentan como un importante hombre de negocios, rival de la compañía de Fischer. Un hombre que en varias ocasiones aparece en la "realidad" cual "deus ex machina". Aparece en el helipuerto ofreciéndole a Cobb lo que más desea, su Ítaca, a cambio de un origen a Fischer. No sabemos cómo pero con una llamada va a ser capaz de detener todas las persecuciones a las que se enfrenta Cobb: problemas con la justicia de Estados Unidos y problemas con su último empleador que, curiosamente, se llama Cobb(ol) engineering.
Cuando Cobb está a punto de ser interceptado por los secuaces de dicha compañía en Mombasa, Saito aparece en escena para protegerlo; y cuando hace falta conseguir un avión para hacer el origen a Fischer, compra una aerolínea entera.
Un vuelo de Sidney a Los Ángeles con un cadáver a bordo. ¿De qué me sonará?
Mi compañero Beiger apuntaba un defecto de guión en su postcrítica: "¿cómo puede ser que Robert Fischer (Cillian Murphy) no se de cuenta de que el presidente de su corporación rival Saito (Ken Watanabe) está sentado en un avión privado junto a él?". No se trata de ningún error de guión. Se trata de una de las claves ocultas que nos da Nolan. La explicación es que dicha historia no es real, Saito no es quien dice ser.
Por otro lado, la película no deja de tener una estructura a lo Ocean's Eleven, con el reclutamiento de un grupo de especialistas elegidos de todo el mundo para un trabajo poco menos que imposible. Sabemos lo que se llevará a cambio Cobb, pero no sabemos lo que se llevarán los demás, dando una idea de unos profesionales un tanto altruistas. Sólo se menciona el dinero en el primer nivel, tras herir a Saito, cuando Cobb les confiesa que si mueren no despiertan por el sedante de Yusuf. Arthur le dice a Yusuf si Cobb le prometió la mitad (del dinero, se supone) y él le contesta que le ofreció todo. Un tanto irreal, la verdad.
Saito es uno de los personajes que ayudará a Cobb a llegar a Ítaca. Es Saito el que le pide a Cobb, en el aeropuerto, que reúna un equipo y que elija mejor que antes. No olvidemos que la persona que falló en el primer trabajo que vemos en la película es el arquitecto. En cierta medida, Saito le dirige a Cobb hacia ese personaje clave para él, Ariadne.
Antes de profundizar en su análisis, otro apunte mitológico. Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, enamorada de Teseo a primera vista, lo ayudó dándole una espada mágica, y un ovillo del hilo que estaba hilando para que pudiese hallar el camino de salida del Laberinto tras matar al Minotauro. Revelador, ¿verdad?
La presentación de su personaje no puede ser mejor. Es Miles quien se la recomienda a Cobb, diciendo que es mejor que el propio Cobb. Sin apenas demasiado desarrollo ni presentación vemos que Ariadne conecta muy rápidamente con Cobb, incluso se atreve a compartir sus sueños más profundos en contra, o no, de los deseos del propio Cobb. Le da la clave de por qué no ejerce de arquitecto y le dice que no puede acompañarlos "por si uno de nosotros introduce sus proyecciones, no queremos que conozca el laberinto".
Ella lo convence para que acompañarlos en la misión y se dedica a estar cerca de Cobb y a interrogarlo de manera clave para el espectador.
En el primer nivel, tras caer herido Saito, Ariadne le dice a Cobb: "cuánto más nos adentremos en la mente de Fischer, más nos adentramos en la tuya".
Es más, apenas unos minutos después, Ariadne le dice lo siguiente a un extrañado Cobb:
"No eres el responsable de la idea que acabó con Mal."
Esta revelación es importante ya que Cobb no confiesa su origen a Mal hasta el Limbo.
Y en la primera escena que vemos del tercer nivel...
"Ariadne: ¿Qué hay ahí abajo?
Cobb: La verdad que queremos que averigüe Fischer.
Ariadne: No, ¿qué hay ahí debajo de ti?".
Ariadne ha sido la arquitecta elegida para acompañar de manera clave a Cobb en su catarsis, mostrando saber y no saber mucho más de lo que aparenta frente a Cobb y frente a nosotros mismos. La relación que los une es muy estrecha, sin apenas desarrollo o justificación de la misma. Por ejemplo, cuando ella decide abandonar tras el encontronazo con Mal, Cobb no tiene ninguna duda de que volverá.
Pasemos ahora a varias de las reglas que el propio Cobb le revela a Ariadne en su entrenamiento.
Existe un arquitecto, un soñador y un sujeto en cuyo subconsciente se entra. Los arquitectos no tienen por norma entrar en los sueños, sólo los diseñan y enseñan a los soñadores.
La gente en un sueño son proyecciones del subconsciente del sujeto en cuya mente se está entrando, no del soñador. Y cuando se realizan cambios, el subconsciente del sujeto se vuelve hostil, atacando como los glóbulos blancos luchan contra una infección.
No perdamos de pista estas reglas. Mal, cuando se encuentra con Ariadne y con Cobb, le dice a éste lo siguiente:
"¿No te sientes acosado, Don, perseguido por todo el Planeta por empresas anónimas y fuerzas policiales, tal y como las proyecciones acosan al soñador?"
Primeramente, perseguido por la policía en Estados Unidos; después por Saito; después por Cobbol. Y, pese a estar tan perseguido, siempre consigue escapar. Puede volar con facilidad a París o a Mombasa o a Japón. El truco de manos que nos ofrece Nolan, por ejemplo con París, es un guiño casi cómico: los problemas burocráticos de una extradición entre Francia y Estados Unidos. Sí, que lo explique el bueno de Polanski.
Está tan perseguido que, sin embargo, puede recibir llamadas directamene de sus hijos desde su casa en Estados Unidos, ¿acaso no estaría dicho teléfono pinchado por la policía para intentar localizar a Cobb?
Pero si uno mira un poco más allá verá el verdadero mensaje de Nolan. Cada vez que Cobb aparece en una ciudad no vemos cómo llega, ya está en dicha ciudad. Y siempre Nolan nos presenta la ciudad con un plano general de los edificios en una disposición de laberinto. Lo hace con Tokyo, lo hace con París y lo hace con Mombasa, siendo el máximo exponente de esto que comento el de Mombasa.
Ante el ataque de Cobbol, tras ir a reclutar a Eames, escapa, y nos muestra un plano cenital de Mombasa, choca con la gente sin parar; la gente del café se muestra hostil ante él y, para colmo, consigue escapar gracias a una especie de brecha (lo que en Matrix se llamaría un cambio en Matrix) por la que sólo cabe él y no sus perseguidores.
Es un ejemplo, pistas de que el soñador en ese momento está siendo Cobb. Y si nos paramos a pensar, en todo momento Cobb está soñando.
Mal, en su primera aparición en la segunda capa del sueño en el que intentan robar a Saito dice que, "a juzgar por la decoración, el que sueña es Arthur". Pero estamos ante el mismo decorado del Limbo a donde desciende Cobb para hacer regresar a Saito.
En el primer nivel, el soñador es Yusuf, pero Cobb, sin conocer la arquitectura, deja que entre el tren en la ciudad arrasando con todo
En el segundo nivel, el soñador es Arthur. Cobb hace de Mr. Charles y en un momento determinado le enseña a Fischer que se trata de un sueño realizando cambios en el tiempo. En ese momento, Cobb no puede evitar que aparezcan retazos de sí en el sueño. Aparece la copa de cristal rota, los niños (dos veces) y aparece en la barra del bar el señor que le da los billetes de avión cuando huye de Estados Unidos.
Estamos ante uno de los momentos más tramposos de Nolan ya que, a la vez, Arthur dice que las proyecciones del subconsciente de Fischer lo buscan a él por ser el soñador; pero en el bar, la gente, es decir las proyecciones de Fischer, buscan a Cobb, lo miran. ¿Puede haber dos soñadores? Sí, porque Cobb está continuamente soñando. ¿Cómo es eso posible? Volveremos más adelante.
En el tercer nivel, los protagonistas se ven acuciados por la prisa. Cobb le pide a Ariadne que le diga el atajo que Eames ha ideado para entrar en la fortaleza. En cuanto Cobb lo sabe, sospechosamente, las proyecciones de Fischer cambian su estrategia y vuelven hacia la fortaleza. Y Mal aparece para disparar a Fischer.
Cobb no es capaz de acabar con ella pese a que Ariadne (otra vez ella), le dice literalmente que "Mal no es real, que es sólo una proyección". Una proyección que sólo puede ser de Cobb.
¿Cómo puede estar Cobb ayudando a entrar dentro de su propio subconsciente para que se le haga el origen? Muy sencillo, o complicado según se vea. Cobb hace una demostración de ello con el paso del segundo al tercer nivel. Le hace creer a Fischer que entran en el subconsciente de Browning cuando en realidad están entrando en el suyo propio.
Nolan nos disemina durante todo el metraje el mismo origen a nosotros. Varias son las personas que advierten o interrogan a Cobb sobre la realidad o el sueño.
El primero de todos es Miles.
Cuando Cobb acude a París en su ayuda, hay un momento en el que le dice muy serio: "Vuelve a la realidad, Dom".
Lo que le dice el primer matón de Cobbol que se encuentra tras saltar del bar en Mombasha es: "Ahora no estás soñando, ¿no?". Curiosa frase de parte de un matón.
En el propio Mombasa, Yusuf también le interroga a Cobb: "¿Sigue soñando, señor Cobb?". Curioso también que tras probar la droga de Yusuf, Saito impida en el baño que Cobb verifique que se halla en la "realidad" al interrumpirle mientras giraba su totem.
Y, también en Mombasa, el ayudante de Yussuf le dice lo siguiente Cobb:
"Vienen a despertarse, el sueño se ha convertido en su realidad."
No obstante lo anterior, el detalle que más me impresiona de todo el juego de dimensiones que nos plantea Nolan es el siguiente. Sutil, pero poderoso, directamente dirigido a nosotros.
Cuando vemos por vez primera a la familia Fischer, Browning entra y se dirige a Robert, pero de fondo, Charles, el padre de Robert, le dice lo siguiente a Robert, tras tirar la fotografía de niño:
"Nunca, nunca, nunca jamás hagas lo que yo te diga...déjalo..."
Sorprendente. Sólo tiene una explicación, es una advertencia al espectador sobre la falacia que supone el origen a Robert.
Y es que Cobb, como sujeto en el que se están adentrando en su subconsciente, también reacciona, desde el primer momento. Arthur intenta persuadirlo para que no acepte el trato de Saito; incluso él mismo considera todo perdido después de que su mejor guardián del subconsciente matara a Fischer en el tercer nivel. Pero, una vez más, allí está Ariadne para infundir esperanza y mostrarle el recto camino de la catarsis a Cobb, la persona de confianza que Miles le ofreció, su guardián, a quien reconoce Malt cuando aquélla baja al sótano de los recuerdos de Cobb.
Cobb termina reconociendo su culpabilidad y expiándola, despidiendo de su vida a Mal, y aceptando tanto sus actos como su pérdida, realizando esa catarsis que le permite regresar a casa y ver la cara de sus hijos.
Esas son las raíces de la idea que le inseminan en el subconsciente a Cobb, la que le permite volver a la realidad y dejar de soñar.
Tras ir a buscar a Saito, Cobb despierta en el avión, desorientado. A partir de ahí Nolan da forma a su prestigio. Si en el inicio de la película casi lo primero que vimos de Cobb, antes que su cara, fue su alianza, ya no la lleva.
Nolan invierte muchos planos medios en ver cómo mira Cobb a sus "compañeros de viaje" y cómo éstos no reflejan ni familiaridad ni alegría alguna. Se cruza con ellos en el aeropuerto, pero no hay el menor gesto de complicidad.
Sale de la terminal y le está esperando Miles (¿pero no trabajaba en París?), como si tal cosa. Y llega a casa y ve a sus hijos, ve sus caras mientras el tótem gira, ajeno a si está en la realidad o no, sabiendo que ha llegado al final de su camino, que ha regresado a Ítaca.
Hay quien opina que sigue soñando. No es verdad. Hay quien dice que los niños se mantienen igual y que por eso es un sueño. No es verdad. Nolan lo hace deliberadamente, pero los niños del final son dos años mayores que los que vemos durante toda la película, así puede verse en los créditos del film. Incluso el diseñador de vestuario, Jeffrey Kurland, ha asegurado que visten de manera similar, pero distinta.
Queda la duda de quién ha introducido el origen en el subconsciente de Cobb, si ha sido Miles o incluso si ha podido ser el propio Cobb. Hasta donde he sido capaz de analizar, Nolan no da pistas concluyentes sobre dicho extremo. Tampoco importa demasiado. Quizá el rizo del rizo para Cobb fuese, no hacer un origen, que ya lo había hecho, sino autoinducirlo (el fin de toda trama de atracos imposibles es conseguir, precisamente eso, lo imposible).
Nolan esta vez sí que ha conseguido lo que intentó en The prestige, ha conseguido un verdadero y eficaz prestigio como quizá no se haya visto otro igual en cine, digno del aplauso del mismísimo Orson Welles.