Llevo un tiempo realizando una serie de ejercicios de redacción que consisten en reunir palabras que me dan mis contactos de facebook de forma aleatoria y, con ellas, redacto un cuento improvisado. De estos ejercicios nació un personaje al que he recurrido cada vez con más frecuencia; Carlos Alcázar. No os hablaré de él, puesto que apenas tiene un perfil bien definido, pero tengo la sensación de que cada vez iré añadiendo más historias suyas.
Me ha parecido interesante separarle del resto de los relatos porque nunca cierro sus capítulos. Yo me limitaba, y por ahora lo seguiré haciendo, a completar el texto con las palabras que me daban. No obstante, el hecho de aparecer en distintas ocasiones hace que en los relatos recientes se mencionen los anteriores, de forma que se va completando la historia con pequeñas pinceladas.
Por ahora son relatos cortos, independientes unos de otros a pesar de las referencias.
Espero que os guste leerlo tanto o más que a mi escribirlo.
Aquí os dejo el primero.
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DE ALGO HAY QUE MORIR
No terminó de cerrarse la puerta del portal, cuando ya sostenía un cigarrillo entre los labios. Se detuvo un instante antes de comenzar a caminar y, aun en lo alto de las escaleras, rebuscó su mechero entre los bolsillos del abrigo.
Aspiró lentamente el humo de la primera calada, lo retuvo en los pulmones y lo expulsó al cabo de unos segundos mientras se preguntaba por dónde empezar.
Extrajo su libreta de apuntes y revisó las anotaciones que había hecho hacía poco menos de una hora: un chico había aparecido muerto en uno de los laboratorios de la Universidad, en la facultad de biología, concretamente. Al parecer, según le había informado su compañero Gonzalo, que ya se encontraba allí, no había ninguna señal de pelea en el laboratorio. Esto solo podía significar que el cuerpo había sido depositado allí después de haber sido asesinado en otra parte.
-¿Sabemos la causa de la muerte? –preguntó cuando recibió la llamada
-Tiene media cabeza hundida. Nos han confirmado que el arma ha sido una losa de piedra
-¡Qué agradable para empezar el día! – ironizó- ¿Qué sabemos de la víctima?
-Alberto Soriano, 23 años. Estudiante universitario, aunque esta no es su facultad. Aparte de la documentación, llevaba encima un bote de metadona.
-¿Un yonki? –preguntó anotando los datos en su libreta mientras sostenía el capuchón del boli con los dientes.
-No lo creo. Un camello, más bien. Yo diría que el bote es robado, ni siquiera está abierto.
-¿Robado?
-Era estudiante de farmacia. Sabría de donde sacarlas, creo yo…
-Ya veo… -anotó eso también- ¿Crees que ese podría ser el motivo por el que se lo cargaran?
-Es posible, pero no lo daría por seguro. La losa con la que le han reventado la cabeza tiene inscripciones.
-¿Inscripciones?
-Así es
-¿De qué tipo?
-No se… letras, supongo. Ahora busco un diccionario Piedra – s.XXI y te lo traduzco. ¡solo la he visto en foto!
-Epigrafía.
-¿Qué?
-Para leer una piedra con inscripciones antiguas, hay que saber epigra… ¡bah, da igual! ¿Qué tiene que ver eso con el motivo del asesinato?
-Parece ser que la piedra pertenece a una colección que lleva unos meses expuesta en el museo Juan Carlos I. ¿Quién iba a arriesgarse a robar una lápida de miles de años para usarla como arma homicida?
-Y además para cargarse a un camello imprudente.
-¡Exacto!
-Vale, veo por dónde vas… ¿Se sabe dónde tuvo lugar el crimen?
-Aun no. El rastro de sangre se pierde en el césped que rodea el campus. Hay un par de la científica buscando.
-Bien –revisó por encima las anotaciones que había hecho- ¿Algo más que deba saber?
-No, nada importante por el momento.
-De acuerdo. Termino unos asuntos y voy para allá.
-Por favor date prisa –rogó- Estoy empezando a hartarme de estos niños de papá.
-No seas quejica –rió- No será para tanto.
-Ya lo comprobarás tú mismo. Cada vez que me acerco a algún estudiante, me miran como si fuese a picarles una abeja del tamaño de un elefante.
-Siempre has sido muy grande. Les impones.
-Seguro que es eso…Tú date prisa en venir y salgamos cuanto antes de este jardín infantil -murmuró antes de colgar.
Recordó esta conversación al tiempo que revisaba las notas que había tomado para comprobar que no se le había pasado nada por alto a la hora de preguntar. Prefería llegar a las escenas de los crímenes con la mayor cantidad posible de información. Así podía establecer una lista de prioridades para cuando llegase al lugar.
Dio una nueva calada. Sabía que Gonzalo estaba esperando, pero decidió fumarse el cigarro con calma. Era cierto que la actitud y las últimas medidas del gobierno, a las que se sumaba la nulidad cerebral de la brigada de antidisturbios, habían provocado una mala fama y una actitud de rechazo hacia el cuerpo de policía. Por eso la gente se mostraba tan reacia a colaborar con ellos. Era tal el rechazo, que solo sacaba la placa, que tan orgullosamente había lucido años atrás, si era estrictamente necesario.
Esa era otra de las razones por las que no le corría prisa llegar a la universidad. En aquel momento, cualquier agrupación de jóvenes era un hervidero de ideales y sensacionalismos que podían exaltarse con muchísima facilidad. Esperó que aquella situación no interfiriese en el desarrollo de la investigación.
La melodía estridente del teléfono móvil le sacó de su ensoñación. Era Gonzalo de nuevo.
-¡¿Dónde coño estás?! –preguntó nada más saber que había descolgado
-De camino – respondió con resignación mientras tiraba la colilla al suelo y la pisaba.
-Venga, joder. Este sitio empieza a darme alergia.
-Vale, vale. ¿Has conseguido hablar con alguien? –preguntó para cambiar de tema
-No más de dos minutos. Todos ponen la excusa de que están en época de exámenes y no pueden entretenerse.
-¡Imponte, joder!
-Está el ambiente aquí como para presionar a nadie…
-De acuerdo; ¿qué dice el personal docente?
-Lo mismo que los alumnos. Los exámenes de hoy y de mañana se han suspendido y están con la excusa de que tienen que hacer nuevos horarios.
-¡Venga ya! – no podía dar crédito a la pobreza de aquellas excusas- ¡Tienen un fiambre en la facultad y se preocupan por sus exámenes!
-Ya ves…
-¿Has hablado con los conserjes? ¿Con el vigilante nocturno? ¿Qué sistema de seguridad tiene la facultad?
-Sí, he preguntado. Ninguno afirma haber visto u oído nada. Las cámaras del interior del edificio son de pega y las exteriores no grabaron nada raro.
-Ahí tienes una pista; el o los asesinos, conocen la facultad lo suficientemente bien como para colarse por la noche sin ser vistos. Yo apostaría a que el vigilante sabe algo. Pregúntale.
-¿Y qué le digo?
-¡Joder, Gonzalo, que pareces nuevo! Insístele en que te repita como vigiló anoche: rondas, recorridos, horarios. Que recuerde detalles que pueda haber pasado por alto.
-Vale, me pongo con ello. ¿A ti te falta mucho para llegar?
-No, tranquilo. Ya voy –colgó
Devolvió la libreta a su sitio y sacó el paquete de tabaco. ¡A la mierda el propósito de fumar menos! Total, de algo había que morir y, a fin de cuentas, todo el mundo acaba en una caja grande y bajo tierra.
Se encaminó hacia donde tenía aparcado el coche mientras tanteaba en sus bolsillos buscando el mechero. Lo usaba tantas veces que lo guardaba de forma automática y no recordaba nunca dónde. No obstante, lo que sacó del abrigo, otra vez, fue el teléfono que volvía a sonar.
-¡Que ya voy, joder! –protestó irritado
-Sí, pero ya con calma. Tenías razón, en cuando le he dicho al vigilante que quería hablar de nuevo con él se ha puesto a cantar. ¿Cómo lo sabías?
-No se… intuición… me parecía raro que alguien colase un cadáver a rastras en una facultad, lo paseara hasta los laboratorios y que ni las cámaras ni el vigilante viesen nada.
-Pues has acertado. No obstante, sigo necesitando que vengas porque él se ha declarado culpable, pero ha dado un par de nombres más. Te toca a ti hacer las preguntas.
-Es justo.
-Y comprar el desayuno.
-Eso ya no tanto.
-¿Qué te cuesta pagar dos cafés de sobre y un par de bollos en la cafetería?
-Vale, vale. Te estás aprovechando demasiado de mi retraso.
-Y de que llegues tarde –rió
-Ja ja, ¿vas a tener para mucho?
-¡Ya lo creo! Me voy a poner morado –soltó una carcajada- En fin, te espero en la entrada, junto al póster de grandes mamíferos.
-Eso, quédate en familia.
-¡Cabrón!
-Hasta ahora, Papá oso –colgó.
Sonriente, subió al coche, se abrochó el cinturón y encendió el cigarro que había sostenido en los dedos durante toda la conversación. Arrancó el motor y se perdió entre el tráfico.
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Espero que os haya gustado. Aquí dejo el link en el que se ve la lista de palabras que me dieron y las mismas resaltadas a lo largo del texto.
http://destoquello.tumblr.com/post/73527587149/de-todos-y-para-todos
Me ha parecido interesante separarle del resto de los relatos porque nunca cierro sus capítulos. Yo me limitaba, y por ahora lo seguiré haciendo, a completar el texto con las palabras que me daban. No obstante, el hecho de aparecer en distintas ocasiones hace que en los relatos recientes se mencionen los anteriores, de forma que se va completando la historia con pequeñas pinceladas.
Por ahora son relatos cortos, independientes unos de otros a pesar de las referencias.
Espero que os guste leerlo tanto o más que a mi escribirlo.
Aquí os dejo el primero.
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DE ALGO HAY QUE MORIR
No terminó de cerrarse la puerta del portal, cuando ya sostenía un cigarrillo entre los labios. Se detuvo un instante antes de comenzar a caminar y, aun en lo alto de las escaleras, rebuscó su mechero entre los bolsillos del abrigo.
Aspiró lentamente el humo de la primera calada, lo retuvo en los pulmones y lo expulsó al cabo de unos segundos mientras se preguntaba por dónde empezar.
Extrajo su libreta de apuntes y revisó las anotaciones que había hecho hacía poco menos de una hora: un chico había aparecido muerto en uno de los laboratorios de la Universidad, en la facultad de biología, concretamente. Al parecer, según le había informado su compañero Gonzalo, que ya se encontraba allí, no había ninguna señal de pelea en el laboratorio. Esto solo podía significar que el cuerpo había sido depositado allí después de haber sido asesinado en otra parte.
-¿Sabemos la causa de la muerte? –preguntó cuando recibió la llamada
-Tiene media cabeza hundida. Nos han confirmado que el arma ha sido una losa de piedra
-¡Qué agradable para empezar el día! – ironizó- ¿Qué sabemos de la víctima?
-Alberto Soriano, 23 años. Estudiante universitario, aunque esta no es su facultad. Aparte de la documentación, llevaba encima un bote de metadona.
-¿Un yonki? –preguntó anotando los datos en su libreta mientras sostenía el capuchón del boli con los dientes.
-No lo creo. Un camello, más bien. Yo diría que el bote es robado, ni siquiera está abierto.
-¿Robado?
-Era estudiante de farmacia. Sabría de donde sacarlas, creo yo…
-Ya veo… -anotó eso también- ¿Crees que ese podría ser el motivo por el que se lo cargaran?
-Es posible, pero no lo daría por seguro. La losa con la que le han reventado la cabeza tiene inscripciones.
-¿Inscripciones?
-Así es
-¿De qué tipo?
-No se… letras, supongo. Ahora busco un diccionario Piedra – s.XXI y te lo traduzco. ¡solo la he visto en foto!
-Epigrafía.
-¿Qué?
-Para leer una piedra con inscripciones antiguas, hay que saber epigra… ¡bah, da igual! ¿Qué tiene que ver eso con el motivo del asesinato?
-Parece ser que la piedra pertenece a una colección que lleva unos meses expuesta en el museo Juan Carlos I. ¿Quién iba a arriesgarse a robar una lápida de miles de años para usarla como arma homicida?
-Y además para cargarse a un camello imprudente.
-¡Exacto!
-Vale, veo por dónde vas… ¿Se sabe dónde tuvo lugar el crimen?
-Aun no. El rastro de sangre se pierde en el césped que rodea el campus. Hay un par de la científica buscando.
-Bien –revisó por encima las anotaciones que había hecho- ¿Algo más que deba saber?
-No, nada importante por el momento.
-De acuerdo. Termino unos asuntos y voy para allá.
-Por favor date prisa –rogó- Estoy empezando a hartarme de estos niños de papá.
-No seas quejica –rió- No será para tanto.
-Ya lo comprobarás tú mismo. Cada vez que me acerco a algún estudiante, me miran como si fuese a picarles una abeja del tamaño de un elefante.
-Siempre has sido muy grande. Les impones.
-Seguro que es eso…Tú date prisa en venir y salgamos cuanto antes de este jardín infantil -murmuró antes de colgar.
Recordó esta conversación al tiempo que revisaba las notas que había tomado para comprobar que no se le había pasado nada por alto a la hora de preguntar. Prefería llegar a las escenas de los crímenes con la mayor cantidad posible de información. Así podía establecer una lista de prioridades para cuando llegase al lugar.
Dio una nueva calada. Sabía que Gonzalo estaba esperando, pero decidió fumarse el cigarro con calma. Era cierto que la actitud y las últimas medidas del gobierno, a las que se sumaba la nulidad cerebral de la brigada de antidisturbios, habían provocado una mala fama y una actitud de rechazo hacia el cuerpo de policía. Por eso la gente se mostraba tan reacia a colaborar con ellos. Era tal el rechazo, que solo sacaba la placa, que tan orgullosamente había lucido años atrás, si era estrictamente necesario.
Esa era otra de las razones por las que no le corría prisa llegar a la universidad. En aquel momento, cualquier agrupación de jóvenes era un hervidero de ideales y sensacionalismos que podían exaltarse con muchísima facilidad. Esperó que aquella situación no interfiriese en el desarrollo de la investigación.
La melodía estridente del teléfono móvil le sacó de su ensoñación. Era Gonzalo de nuevo.
-¡¿Dónde coño estás?! –preguntó nada más saber que había descolgado
-De camino – respondió con resignación mientras tiraba la colilla al suelo y la pisaba.
-Venga, joder. Este sitio empieza a darme alergia.
-Vale, vale. ¿Has conseguido hablar con alguien? –preguntó para cambiar de tema
-No más de dos minutos. Todos ponen la excusa de que están en época de exámenes y no pueden entretenerse.
-¡Imponte, joder!
-Está el ambiente aquí como para presionar a nadie…
-De acuerdo; ¿qué dice el personal docente?
-Lo mismo que los alumnos. Los exámenes de hoy y de mañana se han suspendido y están con la excusa de que tienen que hacer nuevos horarios.
-¡Venga ya! – no podía dar crédito a la pobreza de aquellas excusas- ¡Tienen un fiambre en la facultad y se preocupan por sus exámenes!
-Ya ves…
-¿Has hablado con los conserjes? ¿Con el vigilante nocturno? ¿Qué sistema de seguridad tiene la facultad?
-Sí, he preguntado. Ninguno afirma haber visto u oído nada. Las cámaras del interior del edificio son de pega y las exteriores no grabaron nada raro.
-Ahí tienes una pista; el o los asesinos, conocen la facultad lo suficientemente bien como para colarse por la noche sin ser vistos. Yo apostaría a que el vigilante sabe algo. Pregúntale.
-¿Y qué le digo?
-¡Joder, Gonzalo, que pareces nuevo! Insístele en que te repita como vigiló anoche: rondas, recorridos, horarios. Que recuerde detalles que pueda haber pasado por alto.
-Vale, me pongo con ello. ¿A ti te falta mucho para llegar?
-No, tranquilo. Ya voy –colgó
Devolvió la libreta a su sitio y sacó el paquete de tabaco. ¡A la mierda el propósito de fumar menos! Total, de algo había que morir y, a fin de cuentas, todo el mundo acaba en una caja grande y bajo tierra.
Se encaminó hacia donde tenía aparcado el coche mientras tanteaba en sus bolsillos buscando el mechero. Lo usaba tantas veces que lo guardaba de forma automática y no recordaba nunca dónde. No obstante, lo que sacó del abrigo, otra vez, fue el teléfono que volvía a sonar.
-¡Que ya voy, joder! –protestó irritado
-Sí, pero ya con calma. Tenías razón, en cuando le he dicho al vigilante que quería hablar de nuevo con él se ha puesto a cantar. ¿Cómo lo sabías?
-No se… intuición… me parecía raro que alguien colase un cadáver a rastras en una facultad, lo paseara hasta los laboratorios y que ni las cámaras ni el vigilante viesen nada.
-Pues has acertado. No obstante, sigo necesitando que vengas porque él se ha declarado culpable, pero ha dado un par de nombres más. Te toca a ti hacer las preguntas.
-Es justo.
-Y comprar el desayuno.
-Eso ya no tanto.
-¿Qué te cuesta pagar dos cafés de sobre y un par de bollos en la cafetería?
-Vale, vale. Te estás aprovechando demasiado de mi retraso.
-Y de que llegues tarde –rió
-Ja ja, ¿vas a tener para mucho?
-¡Ya lo creo! Me voy a poner morado –soltó una carcajada- En fin, te espero en la entrada, junto al póster de grandes mamíferos.
-Eso, quédate en familia.
-¡Cabrón!
-Hasta ahora, Papá oso –colgó.
Sonriente, subió al coche, se abrochó el cinturón y encendió el cigarro que había sostenido en los dedos durante toda la conversación. Arrancó el motor y se perdió entre el tráfico.
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Espero que os haya gustado. Aquí dejo el link en el que se ve la lista de palabras que me dieron y las mismas resaltadas a lo largo del texto.
http://destoquello.tumblr.com/post/73527587149/de-todos-y-para-todos