Hola, comunidad. Sé que ultimamente hemos decaido bastante, pero ahora llega el verano y con él más de un quebradero de cabeza y más de un vacío entre el tiempo libre para hacernos escribir o expresarnos cada cual en su arte.
Voy a dejaros un trabajo que lleva escrito un año ya, de hecho lo comencé a escribir en Enero de 2010. Casi todo está realizado en las aulas de mis instituto, mientras hacía como que estudiaba o cogía apuntes. Espero que no se acuse mucho en la calidad.
Puesto que es una obra de unas cuarenta y pico caras de folio lo iré subiendo por partes a medida que lo paso a limpio. Si os fijáis en algún error de ortografía agradecería que me lo comentáseis.
Si alguien quiere el libro dadme el e-mail y os paso el pdf o se lo saco yo y quedamos un día para que me deis lo que cuesta la impresión y encuadernación, aunque todavía falta la portada.
Aquí queda por si a alguno le interesa. Sólo quiero añadir que gana con el transcurso del discurso.
Salvad a Marco
Un saludo, soy Marco, y hoy me voy a suicidar.
Son aproximadamente las ocho de la mañana de un día de Enero de este año, y la puerta de mi casa acaba de sonar, cerrada desde fuera por mi familia. Hoy pasan el día fuera. Yo decidí quedarme porque tenía planeado suicidarme en cuanto se descuidaran y esta es una oportunidad perfecta para disfrutar del último día de mi vida; tranquilo, relajado, en soledad…
Si usted es una persona normal, estándar, pensará que es una estupidez enorme pasar el último día de la vida encerrado en casa, que lo mejor sería salir, emborracharse, drogarse, tener sexo… En definitiva, cualquiera de esos placeres efímeros que le hacen sentir bien a uno durante un instante aunque te arruinen el resto de la vida, porque precisamente eso ya daría igual.
A mi ya no me dan gusto esas cosas porque sé que son las culpables de que el mundo se pudra y por tanto de mi eminente suicidio, así que las he cogido asco. Simplemente no me sentiría bien conmigo mismo cuando las probara. Tengo una conciencia muy machacona y persistente. A veces me amarga.
Estoy semiconsciente tumbado plácidamente en la cama, en la penumbra, entre las sábanas suaves… Abro un ojo y me encuentro con la esquina del colchón. Como a fantasmas veo allí dos figuras desnudas, abrazadas a mis pies. He visto muchas noches y otras tantas mañanas esos mismos espectros retozando jóvenes, cariñosos… Cada vez me parecen menos cariñosos. De hecho, se desvanecen pronto. Ya no me dicen nada.
Cambio la posición en la cama y dejo pasar el tiempo. Nadie me espera. Nada me requiere.
Bueno, si. Al rato siento hambre y me levanto a duras penas.
Al incorporarme sobre la cama me encuentro con un tapiz de llamativos colores y alegres letras cosidas entorno a un escudo. Me froto los ojos. En efecto, es la bandera de mi equipo de fútbol.
El fútbol es una metáfora de la vida, al menos de la mía. Todas las personas siguen al equipo que más gana, a los triunfadores, porque si hay algo que nadie quiere ser en esta vida es un fracasado, y ese equipo líder al tener cada vez más y más apoyos tiene cada vez más y más fondos y se hace más y más grande y gana más y más títulos, y los demás equipos se subordinan a él.
Estos equipos consiguen el poder de manos de forofos a los que lo que les importa es ganar, olvidándose del propio fútbol. Lo mismo les daría que ganara su equipo de fútbol que de baloncesto que de bolos cántabros; la sensación de gozo (que es lo que por vicio buscan) es la misma. Mientras tanto, a los que sí sabemos lo que es el fútbol, por qué es diferente, por qué lo sentimos y por qué somos de un equipo, nos toca amargarnos viendo cómo a nuestro equipo se lo comen titanes sostenidos por masas ingentes de personas que olvidaron lo que significa este deporte y sólo buscan el placer inmediato de la victoria.
En la vida es lo mismo. Los que queremos vivirla estamos subordinados a las normas de una mayoría de gente que ha olvidado su razón para vivir. Yo y un@s poc@s más hemos de elegir tarde o temprano vivir como ellos quieren o desaparecer por selección natural darwinista.
Como decía, el fútbol es una metáfora.
En la vida tú siempre luchas por un objetivo. El gol es la metáfora de todos los objetivos de la vida, y los jugadores son los obstáculos, o los apoyos si son de tu equipo.
Cuantos más goles marques, mejor habrás jugado; cuantos más objetivos consigas, mejor habrás vivido. Lo cierto es que ni los partidos ni las vidas son eternos; todos duran más o menos lo mismo. Varía el descuento (a no ser, claro, que el partido se cancele o la vida se interrumpa, como voy a parar yo la mía).
En el fútbol, como en la vida, tienes que jugar bien, a tope, si quieres ganar, pero por mucho que te esfuerces, si tus compañer@s son un@s paquetes lo tendrás muy difícil. Así nos influye nuestro entorno.
He dicho, además, que el fútbol es una metáfora de mi vida en particular, porque llevo toda la vida siguiendo ciegamente a un equipo que me dio siempre las mayores esperanzas, las más fascinantes ilusiones, ¡y seguirlo ha sido bonito!, pero a la hora de la verdad siempre me ha decepcionado. Mi vida es igual. Creo que he sido la persona más feliz y soñadora del planeta y me he pasado los años detrás de ideales e ilusiones. Siempre me he llevado chascos.
Por cierto, mi equipo juega esta noche. No creo que lo vea. Seguramente no lo televisarán, porque hoy juegan también los colosos y las cadenas de televisión pondrán lo que quiera la mayoría porque cuanta más audiencia tengan, más poder y más caros pueden cobrar los anuncios a las empresas, y al fin al cabo, en este mundo la masa, la mayoría, viven creyendo que el objetivo vital es ese; el dinero, el poder, la victoria. El caso es que, al final, quienes llenamos nuestras vidas de otras cositas, como por ejemplo de un equipito de segunda fila, nos quedamos vacíos por la ambición de los que toman las decisiones (políticos, directores de empresa, o de cadenas de televisión, como en este caso) que optan por la decisión más rentable, que siempre es la de la mayoría. ¡Y la mayoría no tiene por qué tener la razón en nada! ¡Pero si Hitler fue votado “democráticamente”! Vale que hay más posibilidades de que la mayoría tenga la razón antes de que la tenga una minoría o de que la tenga yo, pero de ahí a su dictadura…
Pero claro, cualquiera se presenta en los edificios de la televisión a quejarse.
- “¡Sois unos fascistas!¡Malditos especuladores!¡Ahí os quedáis con vuestro jodido fútbol sin sentimiento!¡Bastardos oligarcas! ¡Que yo me voy al calderón!”
…
Como decía, mi equipo juega esta noche y no sé si verlo. Por una parte, sus partidos son siempre emocionantes y sería una buena manera de acabar la vida: con una descarga de adrenalina. Por otra parte… Normalmente esa acumulación de adrenalina suele derivar en ira y frustración más que en bienestar. Como ya digo, este equipo emociona casi tanto como decepciona. Y no sé si sería positivo irse al otro barrio de mala hostia, porque imagínate que hay otra vida. Me gustaría empezarla con mejor pie. Quizás sea un mundo mejor. Quizás sea una especie de cielo como el cristiano. Yo no tengo mucha fe en ello. Quizás dios exista, lo dudo, pero no lo sé. En todo caso, con dios a mi me pasó como con todo. De niño fui muy muy creyente, pero dios me decepcionó.
El caso, que antes de esta madrugada ya estaré paseando en otra dimensión, como Paco por su casa. Si es que existe otro mundo. Ojalá la muerte sea un abismo negro de tinieblas, sin ruido, sin movimiento, que sea la paz en estado puro, un sueño profundo y eterno, la nada. Ojalá la muerte sea un rinconcito oscuro y tranquilo, como mi habitación.
Vivir otra vida en otro mundo podría ser fantástico, pero también podría no serlo. Imagino que me puede tocar convivir con la gente de mi época y con la de otras épocas que serán aún peores, porque por más que se empeñen nuestros abuelos, el ser humano evoluciona y progresa, y la juventud de hoy no es peor que la suya. Tener que soportar otra vez una organización social como la de este mundo con la misma gente que en este mundo seguramente me llevaría al suicidio de nuevo. ¿Y dónde iría? A saber… Quizás iría a otro mundo más, que sería igual de patético, y seguiría suicidándome y apareciendo en mundos patéticos toda la eternidad.
Quizás sea un cielo, como el cristiano, y sólo vayamos quienes pensamos distinto y queremos vivir sin normas sociales. Realmente, si hay un cielo, no sé si he hecho méritos para ir… Vale, no he hecho nada para ir al infierno, pero supongo que tampoco para ir al cielo...
Prefiero no hacerme ilusiones sobre la otra hipotética vida. Seguramente me llevaría una decepción más, y ya cansa.
Y no tengo mucha fe en que la otra vida sea mejor que ésta. Ya he dicho que mi fe decayó hace tiempo.
Un rugido visceral de mi estómago me recuerda que tengo hambre, así que me levanto y me dispongo a cumplir mis últimas funciones vitales.
En cuanto piso el suelo con mis pies descalzos (el frescor del parqué es realmente agradable) veo una pila de libros de texto sobre la mesa. Pienso en el montón de tarea que supuestamente debería hacer. Cada vez se me acumula más la tarea. No soy un vago ni un irresponsable, no soy mal estudiante, nunca he repetido curso… Pero últimamente… Dejé de hacer la tarea. ¿Por qué? Pues porque simplemente no me llena. Le busqué el sentido y no se lo encontré, igual que cuando se lo busqué a la vida y me di cuenta de las cosas que me llenaban y de las que me consumían.
A nadie le gusta trabajar. El mundo se rige por la ley del mínimo esfuerzo, y estudiar requiere un esfuerzo. Por tanto, la gente que estudia lo hace porque cree que va a recibir algo a cambio, que es a lo que el ser humano dedica sus esfuerzos; a conseguir objetivos (goles). Yo pensé en esos objetivos que se marca la gente:
Conseguir una buena carrera, un futuro asegurado económicamente, un empleo y con él una familia. Pues a mi eso me llenaría, bueno, lo del empleo no, lo de la familia, pero aquí vuelve mi conciencia de nuevo.
Lo que se nos enseña a la juventud de hoy día es una conglomeración de conocimientos “útiles” desde el punto de vista laboral. Se nos amaestra ara ser máquinas y herramientas serviles, factorías autómatas a su servicio, robots estúpidos que trabajan en algo que no entienden, todo para ellos, para ellos. ¿Para quienes? ¿Quién te paga el sueldo? ¿Quién manda en el mundo? ¿Cuál es esa fuerza que nos empuja, esa corriente que dirige el rumbo de nuestra vida?
El capital.
Y el capital no es más que la materialización del egoísmo humano; el egoísmo es lo que mueve el mundo.
El egoísmo.
Por eso últimamente se me revuelve la conciencia cuando estudio ciertas materias del instituto. No quiero colaborar con el egoísmo.
En cambio, hay cosas que no hacen daño. La historia, por ejemplo. El egoísmo no se beneficia de la historia, en principio. A un químico se le puede rentabilizar haciéndole descubrir medicamentos o productos que luego puedan ser comercializados, en cambio, no sacan beneficio de que se sepa que en el 1085 Alfonso VI conquistó Toledo. La cultura, el arte, no son productos del consumo o del egoísmo por naturaleza, por eso debemos defender a ultranza nuestro patrimonio intelectual, nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros sentimientos, de los intentos de aquellos que pretenden especular con ellos. Para que el arte sea sincero debe ser libre; hubo que haberlo protegido del egoísmo que mancha todo. Lo único malo de no subordinarse al sistema, de no permitir que te conviertan en una herramienta útil para la avaricia y el “progreso” material, es el tema de las mayorías y las minorías; si no eres útil al mundo, desapareces por selección natural darwinista. Si no trabajas; no cobras; no comes. Y es una utopía trabajar fuera del sistema hoy día. Sé que puedo parecer un simple vago que lo único que quiere es no trabajar. Nunca he tolerado que se me acuse de vago ni de irresponsable. Siempre me he considerado una persona sacrificada y trabajadora, y me gusta serle útil a los demás, pero no serlo para el egoísmo.
Todo el mundo puede contribuir con la sociedad de mil maneras. Yo intento contribuir con esto, un trabajador intenta contribuir con su obra, un músico con su arte… El único problema son las babosas que se aprovechan, todo ese avispero de orugas negociantes y especuladoras que convierte la honradez del trabajo personal en la explotación y la lacra del máximo beneficio.
Tanto trabajo interesado tras la búsqueda del capital, del beneficio, justificado por nuestra visión del triunfo social del rico, justificado por nuestro modelo consumista que nos enseña que el placer se obtiene del materialismo (¡maldito hedonismo!), justificado por un hipotético progreso, un estado del bienestar materialista, aparcando y olvidando el progreso ético y moral.
Para tant@s, mejorar en esta vida, ser alguien, significa tener (poseer, ejercer un puesto importante en su profesión…). Para los que elegimos el progreso personal, moral, para la minoría, la vida está realmente difícil. Uno se ahoga en las pretensiones de la gente, y acaba sometiéndose a la masa por miedo de no quedarse atrás, de no sucumbir, de no convertirse en un marginado…
Estoy en la cocina, he llegado aquí instintivamente mientras pensaba en todo esto. Seguro que habré pasado por el baño porque siento la vejiga vacía, no como en la cama.
Ha sido un poco como tantas vidas que se van moviendo por sí mismas, entretenidas en rutinas y quehaceres, arrastradas por fuerzas externas, sin saber adónde van ni por qué. Así he ido al baño sin darme cuenta.
Estoy abatido. Me duele la cabeza y siento una presión molesta e incesante en la frente. Abro el frigorífico en busca del alimento amado, y el frío salta contra mi cuerpo desnudo de cintura para arriba. Me siento vivo aún. Sentirse vivo… Si me sintiera así más a menudo, si la diferencia entre estar vivo y estar muerto no fuera tan pequeña, tan superficial… Quizás me quedaría un poco más.
Saco la leche y cierro la nevera. Otra vez el dolor de cabeza y la sensación de pesadumbre. Preparo el cacao y los cereales y me siento frente al televisor, pero no lo enciendo.
La televisión es el opio del pueblo. Es el método de adoctrinamiento por excelencia, de masificación, de transmisión de los ideales del sistema, de prevalencia del egoísmo. Es la asesina del librepensamiento. ¿Pero por qué no se estimula una visión crítica en la sociedad? ¿Por qué? Porque no interesa. Al egoísmo no le interesa.
El egoísmo está por todos lados.
Voy a dejaros un trabajo que lleva escrito un año ya, de hecho lo comencé a escribir en Enero de 2010. Casi todo está realizado en las aulas de mis instituto, mientras hacía como que estudiaba o cogía apuntes. Espero que no se acuse mucho en la calidad.
Puesto que es una obra de unas cuarenta y pico caras de folio lo iré subiendo por partes a medida que lo paso a limpio. Si os fijáis en algún error de ortografía agradecería que me lo comentáseis.
Si alguien quiere el libro dadme el e-mail y os paso el pdf o se lo saco yo y quedamos un día para que me deis lo que cuesta la impresión y encuadernación, aunque todavía falta la portada.
Aquí queda por si a alguno le interesa. Sólo quiero añadir que gana con el transcurso del discurso.
Salvad a Marco
Un saludo, soy Marco, y hoy me voy a suicidar.
Son aproximadamente las ocho de la mañana de un día de Enero de este año, y la puerta de mi casa acaba de sonar, cerrada desde fuera por mi familia. Hoy pasan el día fuera. Yo decidí quedarme porque tenía planeado suicidarme en cuanto se descuidaran y esta es una oportunidad perfecta para disfrutar del último día de mi vida; tranquilo, relajado, en soledad…
Si usted es una persona normal, estándar, pensará que es una estupidez enorme pasar el último día de la vida encerrado en casa, que lo mejor sería salir, emborracharse, drogarse, tener sexo… En definitiva, cualquiera de esos placeres efímeros que le hacen sentir bien a uno durante un instante aunque te arruinen el resto de la vida, porque precisamente eso ya daría igual.
A mi ya no me dan gusto esas cosas porque sé que son las culpables de que el mundo se pudra y por tanto de mi eminente suicidio, así que las he cogido asco. Simplemente no me sentiría bien conmigo mismo cuando las probara. Tengo una conciencia muy machacona y persistente. A veces me amarga.
Estoy semiconsciente tumbado plácidamente en la cama, en la penumbra, entre las sábanas suaves… Abro un ojo y me encuentro con la esquina del colchón. Como a fantasmas veo allí dos figuras desnudas, abrazadas a mis pies. He visto muchas noches y otras tantas mañanas esos mismos espectros retozando jóvenes, cariñosos… Cada vez me parecen menos cariñosos. De hecho, se desvanecen pronto. Ya no me dicen nada.
Cambio la posición en la cama y dejo pasar el tiempo. Nadie me espera. Nada me requiere.
Bueno, si. Al rato siento hambre y me levanto a duras penas.
Al incorporarme sobre la cama me encuentro con un tapiz de llamativos colores y alegres letras cosidas entorno a un escudo. Me froto los ojos. En efecto, es la bandera de mi equipo de fútbol.
El fútbol es una metáfora de la vida, al menos de la mía. Todas las personas siguen al equipo que más gana, a los triunfadores, porque si hay algo que nadie quiere ser en esta vida es un fracasado, y ese equipo líder al tener cada vez más y más apoyos tiene cada vez más y más fondos y se hace más y más grande y gana más y más títulos, y los demás equipos se subordinan a él.
Estos equipos consiguen el poder de manos de forofos a los que lo que les importa es ganar, olvidándose del propio fútbol. Lo mismo les daría que ganara su equipo de fútbol que de baloncesto que de bolos cántabros; la sensación de gozo (que es lo que por vicio buscan) es la misma. Mientras tanto, a los que sí sabemos lo que es el fútbol, por qué es diferente, por qué lo sentimos y por qué somos de un equipo, nos toca amargarnos viendo cómo a nuestro equipo se lo comen titanes sostenidos por masas ingentes de personas que olvidaron lo que significa este deporte y sólo buscan el placer inmediato de la victoria.
En la vida es lo mismo. Los que queremos vivirla estamos subordinados a las normas de una mayoría de gente que ha olvidado su razón para vivir. Yo y un@s poc@s más hemos de elegir tarde o temprano vivir como ellos quieren o desaparecer por selección natural darwinista.
Como decía, el fútbol es una metáfora.
En la vida tú siempre luchas por un objetivo. El gol es la metáfora de todos los objetivos de la vida, y los jugadores son los obstáculos, o los apoyos si son de tu equipo.
Cuantos más goles marques, mejor habrás jugado; cuantos más objetivos consigas, mejor habrás vivido. Lo cierto es que ni los partidos ni las vidas son eternos; todos duran más o menos lo mismo. Varía el descuento (a no ser, claro, que el partido se cancele o la vida se interrumpa, como voy a parar yo la mía).
En el fútbol, como en la vida, tienes que jugar bien, a tope, si quieres ganar, pero por mucho que te esfuerces, si tus compañer@s son un@s paquetes lo tendrás muy difícil. Así nos influye nuestro entorno.
He dicho, además, que el fútbol es una metáfora de mi vida en particular, porque llevo toda la vida siguiendo ciegamente a un equipo que me dio siempre las mayores esperanzas, las más fascinantes ilusiones, ¡y seguirlo ha sido bonito!, pero a la hora de la verdad siempre me ha decepcionado. Mi vida es igual. Creo que he sido la persona más feliz y soñadora del planeta y me he pasado los años detrás de ideales e ilusiones. Siempre me he llevado chascos.
Por cierto, mi equipo juega esta noche. No creo que lo vea. Seguramente no lo televisarán, porque hoy juegan también los colosos y las cadenas de televisión pondrán lo que quiera la mayoría porque cuanta más audiencia tengan, más poder y más caros pueden cobrar los anuncios a las empresas, y al fin al cabo, en este mundo la masa, la mayoría, viven creyendo que el objetivo vital es ese; el dinero, el poder, la victoria. El caso es que, al final, quienes llenamos nuestras vidas de otras cositas, como por ejemplo de un equipito de segunda fila, nos quedamos vacíos por la ambición de los que toman las decisiones (políticos, directores de empresa, o de cadenas de televisión, como en este caso) que optan por la decisión más rentable, que siempre es la de la mayoría. ¡Y la mayoría no tiene por qué tener la razón en nada! ¡Pero si Hitler fue votado “democráticamente”! Vale que hay más posibilidades de que la mayoría tenga la razón antes de que la tenga una minoría o de que la tenga yo, pero de ahí a su dictadura…
Pero claro, cualquiera se presenta en los edificios de la televisión a quejarse.
- “¡Sois unos fascistas!¡Malditos especuladores!¡Ahí os quedáis con vuestro jodido fútbol sin sentimiento!¡Bastardos oligarcas! ¡Que yo me voy al calderón!”
…
Como decía, mi equipo juega esta noche y no sé si verlo. Por una parte, sus partidos son siempre emocionantes y sería una buena manera de acabar la vida: con una descarga de adrenalina. Por otra parte… Normalmente esa acumulación de adrenalina suele derivar en ira y frustración más que en bienestar. Como ya digo, este equipo emociona casi tanto como decepciona. Y no sé si sería positivo irse al otro barrio de mala hostia, porque imagínate que hay otra vida. Me gustaría empezarla con mejor pie. Quizás sea un mundo mejor. Quizás sea una especie de cielo como el cristiano. Yo no tengo mucha fe en ello. Quizás dios exista, lo dudo, pero no lo sé. En todo caso, con dios a mi me pasó como con todo. De niño fui muy muy creyente, pero dios me decepcionó.
El caso, que antes de esta madrugada ya estaré paseando en otra dimensión, como Paco por su casa. Si es que existe otro mundo. Ojalá la muerte sea un abismo negro de tinieblas, sin ruido, sin movimiento, que sea la paz en estado puro, un sueño profundo y eterno, la nada. Ojalá la muerte sea un rinconcito oscuro y tranquilo, como mi habitación.
Vivir otra vida en otro mundo podría ser fantástico, pero también podría no serlo. Imagino que me puede tocar convivir con la gente de mi época y con la de otras épocas que serán aún peores, porque por más que se empeñen nuestros abuelos, el ser humano evoluciona y progresa, y la juventud de hoy no es peor que la suya. Tener que soportar otra vez una organización social como la de este mundo con la misma gente que en este mundo seguramente me llevaría al suicidio de nuevo. ¿Y dónde iría? A saber… Quizás iría a otro mundo más, que sería igual de patético, y seguiría suicidándome y apareciendo en mundos patéticos toda la eternidad.
Quizás sea un cielo, como el cristiano, y sólo vayamos quienes pensamos distinto y queremos vivir sin normas sociales. Realmente, si hay un cielo, no sé si he hecho méritos para ir… Vale, no he hecho nada para ir al infierno, pero supongo que tampoco para ir al cielo...
Prefiero no hacerme ilusiones sobre la otra hipotética vida. Seguramente me llevaría una decepción más, y ya cansa.
Y no tengo mucha fe en que la otra vida sea mejor que ésta. Ya he dicho que mi fe decayó hace tiempo.
Un rugido visceral de mi estómago me recuerda que tengo hambre, así que me levanto y me dispongo a cumplir mis últimas funciones vitales.
En cuanto piso el suelo con mis pies descalzos (el frescor del parqué es realmente agradable) veo una pila de libros de texto sobre la mesa. Pienso en el montón de tarea que supuestamente debería hacer. Cada vez se me acumula más la tarea. No soy un vago ni un irresponsable, no soy mal estudiante, nunca he repetido curso… Pero últimamente… Dejé de hacer la tarea. ¿Por qué? Pues porque simplemente no me llena. Le busqué el sentido y no se lo encontré, igual que cuando se lo busqué a la vida y me di cuenta de las cosas que me llenaban y de las que me consumían.
A nadie le gusta trabajar. El mundo se rige por la ley del mínimo esfuerzo, y estudiar requiere un esfuerzo. Por tanto, la gente que estudia lo hace porque cree que va a recibir algo a cambio, que es a lo que el ser humano dedica sus esfuerzos; a conseguir objetivos (goles). Yo pensé en esos objetivos que se marca la gente:
Conseguir una buena carrera, un futuro asegurado económicamente, un empleo y con él una familia. Pues a mi eso me llenaría, bueno, lo del empleo no, lo de la familia, pero aquí vuelve mi conciencia de nuevo.
Lo que se nos enseña a la juventud de hoy día es una conglomeración de conocimientos “útiles” desde el punto de vista laboral. Se nos amaestra ara ser máquinas y herramientas serviles, factorías autómatas a su servicio, robots estúpidos que trabajan en algo que no entienden, todo para ellos, para ellos. ¿Para quienes? ¿Quién te paga el sueldo? ¿Quién manda en el mundo? ¿Cuál es esa fuerza que nos empuja, esa corriente que dirige el rumbo de nuestra vida?
El capital.
Y el capital no es más que la materialización del egoísmo humano; el egoísmo es lo que mueve el mundo.
El egoísmo.
Por eso últimamente se me revuelve la conciencia cuando estudio ciertas materias del instituto. No quiero colaborar con el egoísmo.
En cambio, hay cosas que no hacen daño. La historia, por ejemplo. El egoísmo no se beneficia de la historia, en principio. A un químico se le puede rentabilizar haciéndole descubrir medicamentos o productos que luego puedan ser comercializados, en cambio, no sacan beneficio de que se sepa que en el 1085 Alfonso VI conquistó Toledo. La cultura, el arte, no son productos del consumo o del egoísmo por naturaleza, por eso debemos defender a ultranza nuestro patrimonio intelectual, nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros sentimientos, de los intentos de aquellos que pretenden especular con ellos. Para que el arte sea sincero debe ser libre; hubo que haberlo protegido del egoísmo que mancha todo. Lo único malo de no subordinarse al sistema, de no permitir que te conviertan en una herramienta útil para la avaricia y el “progreso” material, es el tema de las mayorías y las minorías; si no eres útil al mundo, desapareces por selección natural darwinista. Si no trabajas; no cobras; no comes. Y es una utopía trabajar fuera del sistema hoy día. Sé que puedo parecer un simple vago que lo único que quiere es no trabajar. Nunca he tolerado que se me acuse de vago ni de irresponsable. Siempre me he considerado una persona sacrificada y trabajadora, y me gusta serle útil a los demás, pero no serlo para el egoísmo.
Todo el mundo puede contribuir con la sociedad de mil maneras. Yo intento contribuir con esto, un trabajador intenta contribuir con su obra, un músico con su arte… El único problema son las babosas que se aprovechan, todo ese avispero de orugas negociantes y especuladoras que convierte la honradez del trabajo personal en la explotación y la lacra del máximo beneficio.
Tanto trabajo interesado tras la búsqueda del capital, del beneficio, justificado por nuestra visión del triunfo social del rico, justificado por nuestro modelo consumista que nos enseña que el placer se obtiene del materialismo (¡maldito hedonismo!), justificado por un hipotético progreso, un estado del bienestar materialista, aparcando y olvidando el progreso ético y moral.
Para tant@s, mejorar en esta vida, ser alguien, significa tener (poseer, ejercer un puesto importante en su profesión…). Para los que elegimos el progreso personal, moral, para la minoría, la vida está realmente difícil. Uno se ahoga en las pretensiones de la gente, y acaba sometiéndose a la masa por miedo de no quedarse atrás, de no sucumbir, de no convertirse en un marginado…
Estoy en la cocina, he llegado aquí instintivamente mientras pensaba en todo esto. Seguro que habré pasado por el baño porque siento la vejiga vacía, no como en la cama.
Ha sido un poco como tantas vidas que se van moviendo por sí mismas, entretenidas en rutinas y quehaceres, arrastradas por fuerzas externas, sin saber adónde van ni por qué. Así he ido al baño sin darme cuenta.
Estoy abatido. Me duele la cabeza y siento una presión molesta e incesante en la frente. Abro el frigorífico en busca del alimento amado, y el frío salta contra mi cuerpo desnudo de cintura para arriba. Me siento vivo aún. Sentirse vivo… Si me sintiera así más a menudo, si la diferencia entre estar vivo y estar muerto no fuera tan pequeña, tan superficial… Quizás me quedaría un poco más.
Saco la leche y cierro la nevera. Otra vez el dolor de cabeza y la sensación de pesadumbre. Preparo el cacao y los cereales y me siento frente al televisor, pero no lo enciendo.
La televisión es el opio del pueblo. Es el método de adoctrinamiento por excelencia, de masificación, de transmisión de los ideales del sistema, de prevalencia del egoísmo. Es la asesina del librepensamiento. ¿Pero por qué no se estimula una visión crítica en la sociedad? ¿Por qué? Porque no interesa. Al egoísmo no le interesa.
El egoísmo está por todos lados.
Última edición por Centinela el Miér 29 Jun 2011 - 5:34, editado 2 veces