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Commedia dell'arte (proyecto de obra teatral)

5 participantes

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Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

Veréis, el otro día estudiando la commedia dell'arte en literatura universal (quien no sepa lo que es le recomiendo que lo busque en Wikipedia) y escuchando a su vez Bohemian Rhapsody de Queen se me ocurrió una paponada de historia... pero podría funcionar.
Me entusiasmé y comencé a escribirla.

Sería poner fin a la trama amo-persigue-a-criada del teatro pre-barroco italiano... y sus consecuencias, claro...
a ver qué os parece
lo iré subiendo por escenas. Tengo planeado tres actos a, en principio, dos escenas por acto. Iré subiendo según vaya escribiendo.
QUIERO OPINIONES Y CRÍTICAS
Es de confesión obligada que es la primera vez que escribo algo de teatro.




___
___

derecha e izquierda: las del público.
Acto 1

Escena 1
Gran salón de mármol de un palacio veneciano. Lujosas puertas a derecha e izquierda. En la pared del fondo otra puerta, elevada, a la que se accede por una pomposa escalinata. Los muros que queden diáfanos los tapan grandes cortinas rojas y espejos, alternándose. Una lámpara de araña de cristal cuelga del techo, apagada. En general, un salón colorido, tan barroco que casi haga daño a la vista.
El salón está oscuro y silencioso. Entra corriendo por la puerta izquierda, sujetándose los faldones y medio jadeante por la carrera COLOMBINA, una joven y bella muchacha, de largo pelo negro, ondulado, recogido, ataviada con un vestido ajado, humilde, pero no por ello menos elegante, de colores blanco y rojo (típico de la Commedia Dell’arte); su cara está maquillada como la de un mimo, aunque aún no se ve por la oscuridad del escenario. COLOMBINA se detiene al llegar al centro del escenario, mira a un lado y a otro, nerviosa y echa a correr de nuevo, saliendo del escenario por la puerta derecha.
Al instante en que COLOMBINA sale del escenario, entra corriendo de una manera ridícula e infantil, levantando las rodillas a cada zancada y casi de puntillas, frotándose las manos como una mosca, PANTALEÓN, un hombre panzudo, con pelo y barba grises, de nariz aguileña y discreta risa pícara y malévola, vestido con unas mallas rojas, una chaqueta del mismo color, unas babuchas amarillas y una capa negra (típico atuendo de la Commedia Dell’arte), y cruza el escenario hasta salir también por la puerta derecha.
Al rato, vuelve a salir corriendo de la misma manera, sujetándose los faldones, COLOMBINA, que vuelve a detenerse en medio del escenario, jadeando (aunque más harta que preocupada), mira a derecha e izquierda e, indecisa, sube corriendo la escalinata hasta salir por la puerta de atrás. De nuevo, al momento le sigue PANTALEÓN en la misma tónica que antes.
Una vez más, COLOMBINA sale corriendo por la puerta de la izquierda, jadeando, y, una vez más se para en el centro del escenario, mira a derecha e izquierda y sale corriendo por la puerta de la derecha. PANTELEÓN la sigue, en la misma tónica de antes.
Fuera los dos del escenario, se oye leve forcejeo y sus voces:
COLOMBINA. – (gritando) ¡Le pido que me deje, amo! ¡Estoy harta!
PANTALEÓN. – (su tono de voz sugiere que le ha dado al vino; permanece borracho hasta el final de la escena.) Te dejo si me das un beso.
COLOMBINA. – (aún en tono de voz elevado) ¡Ay pero..! ¡Que no, amo, que no!
PANTALEÓN. – (borracho y sugerente) Que sí, Colombina, que sí.
COLOMBINA. - ¡Que no! que soy su criada, y, además, si la señora se entera…
PANTALEÓN. – (mascullando, jocoso) Bah, bah, bah; ¿Qué se va a enterar la vieja bruja esa?
COLOMBINA. - ¡Pero yo no le amo, Pantaleón!
Cesa el ruido de forcejeos.
Breve silencio.
PANTALEÓN. - …¿no me amas?
COLOMBINA. – No…
PANTALEÓN. - ¿Porque soy viejo y feo?
Breve silencio.
COLOMBINA. – Sí…
PANTALEÓN. – (dejando ver amargura en su tono de voz de borracho) Y los besos son para la gente a la que se ama…
COLOMBINA. – (maternal) Claro.
PANTALEÓN. – Pues, ¿sabe qué, señorita? Que lo respeto.
COLOMBINA. – (sorprendida y feliz) ¿De verdad?
PANTALEÓN. – De la buena; yo también estuve enamorado de la arpía esa que tengo por mujer hace unos años ya…
COLOMBINA. - ¿Cuántos años?
PANTALEÓN. – (dubitativo) Cien o… doscientos. No sé. El basilisco ese me ha dado tantos lustros de sufrimiento que ya ni lo recuerdo… (exaltado) ¡Pero una vez nos quisimos, y por eso lo respeto!
COLOMBINA. – (alegrándose por momentos) ¿En serio?
PANTALEÓN. – Sí.
COLOMBINA. – ¿De verdad?
PANTALEÓN. – De la buena.
COLOMBINA. – O sea, ¿que eso significa que me dejará en paz?
PANTALEÓN. – No; significa que me conformaré con sobarle así la teta.
COLOMBINA. – (airada y sorprendida) ¡Pantaleón!
Se oye una sonora bofetada.
PANTALEÓN. – Pero, serás…
Vuelve el ruido de forcejeos.
COLOMBINA. - ¡Le advierto que me deje!
PANTALEÓN. – Soy tu señor y haré contigo lo que me plazca.
COLOMBINA. – Se lo advierto…
PANTALEÓN. – Y qué vas a hacer con ese arcabuz, ¿dispararme?
COLOMBINA. – No se acerque, amo…
PANTALEÓN. – Cómo, ¿así?
COLOMBINA. – Amo…
PANTALEÓN. - ¿Así?
Un ruidoso disparo tras el que se oye caer al suelo el cuerpo de Pantaleón.
Silencio.
COLOMBINA. - (sollozando) ¡Ay, Dios! ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho, qué he hecho, qué he hecho? ¡Ay, Dios…!
Sigue repitiendo frases de ésta índole un rato; tras ese rato, sin dejar de seguir rezando, desesperada y sollozante, su funesto axioma, comienza a arrastrar con dificultad el cadáver de PANTALEÓN hasta el escenario, saliendo por la puerta de la derecha, hasta llegar al centro del escenario, donde deja el cuerpo de su amo y lo tapa con su propia capa. Discretamente, un foco se enciende iluminándolos. Tras dar un par de vueltas sobre sí misma, al borde del ataque de nervios, decide sentarse encima de la tripa del muerto, exhausta, de cara al público. Al sentarse, las piernas y los brazos de PANTALEÓN se levantan ligeramente por debajo de la capa para caer de inmediato, dando la sensación de haberse desinflado.
Sentada sobre su señor, COLOMBINA sigue sollozando un rato, sin dejar de lamentarse.
Sin que se dé cuenta COLOMBINA, al rato asoma por la puerta de la escalinata, sonriente, ARLEQUÍN, un joven de buen tipo, de aire bufonesco, simpático y danzarín, ataviado con un ceñido y modesto traje de rombos, muy colorido; una careta de cuero negro le cubre la nariz y los ojos, y un viejo sombrero de picos corona su figura (típico atuendo de la Commedia Dell’arte). ARLEQUÍN se apoya en la barandilla de la escalinata y mira un momento, embelesado, a COLOMBINA. Tras ello, baja la escalinata con un sigilo exagerado y avanza por el salón hasta colocarse debajo del foco, tras la espalda de COLOMBINA.
ARLEQUÍN. – (alegre) ¡Hola, Colombina!
Colombina, sorprendida por el susto que ARLEQUÍN le acaba de dar, pega un bote sobre la tripa de su señor que, de nuevo, levanta y deja caer piernas y brazos levemente debajo de la capa.
Se gira y, aliviada, mira a ARLEQUÍN.
COLOMBINA. – (con la voz aún temblorosa por el llanto) ¡Ay, Arlequín! Me has asustado…
ARLEQUÍN se pone de cuclillas a su lado.
ARLEQUÍN. – (amable) Lo siento, no era mi intención.
COLOMBINA. – (sin dejar de sollozar) No si… si no pasa nada… Si las cosas peor no pueden ir.
ARLEQUÍN. – (poniéndose serio) ¿Qué pasa, Colombina…? ¿Puedo sentarme contigo?
COLOMBINA. – (haciendo un gesto de invitación) Claro…
ARLEQUÍN se sienta. El cadáver vuelve a levantar piernas y brazos debajo de la capa.
ALEQUÍN. – (mirándola, tierno) ¿Ha pasado algo..?
COLOMBINA. – (sujetándose la cabeza con las manos, entre sollozo y sollozo) Sí.
ARLEQUÍN. - ¿Qué tipo de algo?
COLOMBINA. – Un algo horrible.
ARLEQUÍN. - ¿Cómo de horrible?
COLOMBINA. - ¡Horribilísimo!
ARLEQUÍN. – (sorprendido) ¿Tanto?
COLOMBINA. - ¡Más!
ARLEQUÍN. - ¡¿Más?!
COLOMBINA. - ¡Más! ¡Horribilérrimo, incluso!
ARLEQUÍN. – Vaya por Dios…
COLOMBINA. - ¡Ay Arlequín! ¿Te acuerdas de que el amo siempre me acosaba?
ARLEQUÍN. - ¿Acosaba? ¿Ya no lo hace?
COLOMBINA. – (ignorando el comentario de ARLEQUÍN) ¿Y que siempre iba detrás de mí con intenciones oscuras y aviesas?
ARLEQUÍN. – (sonriéndose) Ese picarón…
COLOMBINA. – ¿Y que muchas noches me perseguía por el palacio borracho intentando acorralarme?
ARLEQUÍN. - ¿Por qué tendría que acordarme si lo hace a diario? Además, conociéndole… lo hará hasta el día de su muerte.
COLOMBINA mira a Arlequín con mirada culpable y, un instante después, rompe a llorar desconsolada.
ARLEQUÍN la abraza dulcemente, le da un par de besos en la cabeza y la arrulla.
ARLEQUÍN. – Ya, ya, milano, ya pasó… ¿no me vas a contar qué ha pasado con el señor?
COLOMBINA. – (en medio del llanto) No puedo contártelo, Arlequín…
ARLEQUÍN. – No te preocupes; no pasa nada. Sea lo que fuere, tranquila, seguro que tiene solución. ¡Todo tiene solución menos la muerte, mujer! (COLOMBINA se lamenta sonoramente al oír esa frase) Además, yo estoy aquí. Contigo, como siempre. Para ayudarte.
Silencio durante el cuál ARLEQUÍN arrulla en sus brazos a COLOMBINA, ambos sentados aún sobre el cadáver de PANTALEÓN.
ARLEQUÍN. – (dando unos cachetes al cadáver de su amo) ¿Y este cojín? Nunca lo he visto por palacio, ¿es nuevo?
COLOMBINA se encoje de hombros.
ARLEQUÍN. – (dando unos botecitos sobre PANTALEÓN) Es bastante cómodo la verdad…
Vuelve el silencio. ARLEQUÍN mira a COLOMBINA, que, distraída, solloza con la cara entre las manos.
ARLEQUÍN. – Colombina…
COLOMBINA. – Hm.
ARLEQUÍN. – Ahora que estamos solos… verás, me gustaría decirte algo. Es… es algo que llevo un tiempo queriendo decirte, ¿sabes? Pero nunca… nunca me he atrevido a hacerlo. (en tono muy tierno) Colombina, yo te…
COLOMBINA. – (ignorando a ARLEQUÍN y separándose de él bruscamente) ¡Que lo he matao, Arlequín, que lo he matao!
ARLEQUÍN se sobresalta.
ARLEQUÍN. – Pero… pero ¿¡a quién!?
COLOMBINA. - ¿A quién va a ser? ¡Al señor!
ARLEQUÍN. - ¿¡Que le has dado matarile a Pantaleón!?
COLOMBINA asiente, llorando.
ARLEQUÍN. – Pero… ¿¡por qué!?
COLOMBINA. – Pues porque…
ARLEQUÍN. – (cortante) ¿¡y qué has hecho con el cuerpo!?
Colombina destapa la cara de PANTALEÓN y, al ver ARLEQUÍN que estaba sentado sobre el cuerpo inerte de su señor se tira al suelo horrorizado.
ARLEQUÍN. - ¡Santa Madonna! ¡Virgen bendita!
COLOMBINA. – (aún sentada en la tripa del señor) Aquí le tienes.
ARLEQUÍN. – (más calmado) Ya lo veo, ya…
COLOMBINA. – Me intentó vejar, y estaba borracho…
ARLEQUÍN. – Es decir, nada nuevo…
COLOMBINA. – Sí, pero me vi tan acorralada que…
ARLEQUÍN. – Tranquila, no te justifiques que no hace falta. Todos sabemos lo que podría haber hecho el golfo este… Pero ahora, tenemos que hacer algo.
COLOMBINA. - ¿Algo?
ARLEQUÍN. – (volviendo a sentarse en la prominente barriga de su difunto amo) Claro; con el cuerpo.
COLOMBINA. – Oh… y ¿qué hacemos?
ARLEQUÍN. – Deshacernos de él, claro. Podríamos dárselo de comer a los sabuesos.
COLOMBINA. – Ni los sabuesos le querrán…
ARLEQUÍN. – Entonces… ¡podríamos dejarlo arder en el horno!
COLOMBINA. – Suficiente fuego tendrá su alma en el Infierno como para que arda también su cuerpo…
ARLEQUÍN. – (reflexivo) Pues… sólo se me ocurre hacerlo pedacitos y enterrarlo
COLOMBINA. – (tras pensarlo un instante) A eso no puedo ponerle objeciones si eres tú el que lo despieza.
ARLEQUÍN. – Qué remedio…
COLOMBINA. – Está bien… ¿te traigo un escarpelo, o algo?
ARLEQUÍN. – No podemos hacerlo aquí; le mancharíamos a la señora las baldosas de mármol. Tenemos que llevarlo a la cocina, ahí ya puedo despacharlo… a gusto.
COLOMBINA. – Está bien. Iré a ver si hay moros en la costa.
Se dirige a la puerta de la derecha.
ARLEQUÍN. – (cogiendo el cadáver por los pies y arrastrándolo) Yo te sigo…
COLOMBINA se para en el resquicio de la puerta, se gira y mira a ARLEQUÍN.
COLOMBINA. - ¿Por qué me ayudas con todo esto, Arlequín?
ARLEQUÍN. – (sin darse la vuelta, sin mirarla y sin soltar los pies de su señor, encorvado y titubeante) Pues… porque… porque yo te… yo te…
COLOMBINA. - ¿Tú me…?
ARLEQUÍN suspira y agacha la cabeza lamentando su propia estupidez.
ARLEQUÍN. – Nada, olvídalo… Lo hago porque tú te harías daño en la espalda cargando con esto.
COLOMBINA, satisfecha con la respuesta, sale por la puerta. ARLEQUÍN le sigue, arrastrando lentamente el cuerpo mientras se cierra el
TELÓN.

Admin

Admin
Eminencia

Opinion inmediata:
Bravo

Un par de hostias:

Los personajes parecen todos el mismo. Los dialogos son demasiado lineales, los cargas poco de personalidad. No se si me explico, pero en realidad lo suyo es que se pueda reconocer cada texto con un personaje distinto.
Y la declaracion de arlequin yo no lo insinuaria tan pronto, como mucho la insinuacion del final.
Y por cierto, el acoso del amo no me parece tan abusador como para dispararlo. Si introduces mas baboseo, elementos que hagan cogerle asco al viejo, quiza sería mas tensa la escena. Hechos como que COLOMBINA vaya bastante escotada, y el viejuno la bosee muy de cerca y ella se sienta ofendida, o quizas poner al viejo algo mas violento y brusco, no tan insinuante y "galan"

https://toledo-es-arte.forospanish.com

Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

Admin escribió:
Un par de hostias:

Los personajes parecen todos el mismo. Los dialogos son demasiado lineales, los cargas poco de personalidad. No se si me explico, pero en realidad lo suyo es que se pueda reconocer cada texto con un personaje distinto.
Y la declaracion de arlequin yo no lo insinuaria tan pronto, como mucho la insinuacion del final.
Y por cierto, el acoso del amo no me parece tan abusador como para dispararlo. Si introduces mas baboseo, elementos que hagan cogerle asco al viejo, quiza sería mas tensa la escena. Hechos como que COLOMBINA vaya bastante escotada, y el viejuno la bosee muy de cerca y ella se sienta ofendida, o quizas poner al viejo algo mas violento y brusco, no tan insinuante y "galan"
-A lo primero... sí es cierto que lo diálogos son lineales pero... no sé, la situación no me daba para mucho más... lo que sí, es que la distinción de cada personaje debe depender de los actores. Yo escribo rasgos generales (Pantaleón=el viejo borracho y acosador; Arlequín=el calzonazos torpe y enamorado...) y a partir de ahí cada cuñal llevaría su papel. El teatro no es novela, no puedes tirarte horas describiendo personajes, pero, aún así, debería prestar más atención a cada uno, es cierto.
La declaración de Arlequín tan pronto es por varias razones: porque se tiene que saber descaradamente desde el principio de la obra que arlequín ama a colombina; intentará decírselo durante toda la obra y no lo conseguirá hasta el final que (a no ser que me pidáis un adelanto) no diré cómo será ni en qué situación, por obvia qe sea.
_ a lo tercero: sí, debería hacer al viejo más baboso para que el disparo quede justificado... también hay qe tener en cuenta que la persigue cada noche para intentar siempre lo mismo... Pero lo haré más exagerado, gracias!

Errante Soñadora

Errante Soñadora
Eminencia

el proyecto yo lo veo estupendo, y lo de los dialogos se puede arreglar meteindo un poco de mano ajena si santi da su consentimiento

Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

Qué tiene que ver Santi en todo esto? xD

hm, aceptar se aceptan consejos, claro

Admin

Admin
Eminencia

No,no, javi, no me has entendido. No te pido una descripcion de caracter, solo que en los propios diálogos parezca que hablan personas diferentes. No se si me explico

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Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

eso es complciado... hm

Errante Soñadora

Errante Soñadora
Eminencia

perdona, me se lenguó la trava XD como estaba con lo de la coña del ultimo post gana abierta en otra pestaña.....XD
si tu das tu consentimiento ^^

Centinela

Centinela
Persona Ilustre

A mi me ha gustado mucho, usas recursos muy recurrentes del teatro como el levantamiento de brazos y piernas del cadaver, las intervenciones son rápidas, lo que fomenta la amenidad de la comedia (yo creo que los personajes se definirán con el transcurso de la obra, no con un monólogo interior o una gran intervención).

Como única crítica, para mi gusto demasiadas descripciones del escenario, pero si de verdad lo necesitas, allá tú.

Me he reido mucho, no lo dejes.

Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

ESCENA II DEL PRIMER ACTO; FIN DEL PRIMER ACTO

Escena 2

Cocina del palacio, rústica, pobre, sucia y pequeña. Único acceso por la izquierda. Una marmita, y diversos utensilios de cocina (necesariamente deberá haber por la cocina un cuchillo de carnicero y un hacha) esparcidos por la sala. Una barra, como de bar, divide la cocina longitudinalmente desde la pared izquierda hasta algo más de la mitad de la cocina. Dicha barra cubre de cintura para arriba a los actores que se sitúen detrás de ella, y sobre ella cuelga una cortina que se puede correr y descorrer, ocultando lo que pueda haber al otro lado de ella. Detrás de la barra hay (el público presupone) una mesa de trabajo.
COLOMBINA entra, inquieta y cautelosa, y comprueba que no hay nadie en la sala. Tras ello, se acerca a la puerta y hace signos a ARLEQUÍN que, instantes después, entra bufando, arrastrando lentamente el cadáver tapado con la capa de PANTALEÓN. Poco a poco, consigue arrastrarlo detrás de la barra, donde lo coloca encima de la mesa, quedando, así, el cadáver, fuera de la vista del público. Después de esto, ARLEQUÍN se seca el sudor, sale de la barra y se acerca a COLOMBINA.
COLOMBINA. – (nerviosa) Bueno, ¿y ahora qué?
ARLEQUÍN. – No lo sé, chica, es la primera vez que me dispongo a descuartizar un cuerpo humano.
COLOMBINA. – De todo hay que probar en esta vida.
ARLEQUÍN. – Mientras no me traiga consecuencias en la otra…
COLOMBINA. – ¿Un vinito antes de empezar?
ARLEQUÍN. – No, gracias. Sólo me faltaba hacerlo borracho.
COLOMBINA. – Pues… ¡valor!
ARLEQUÍN. - ¡Y estómago!
ARLEQUÍN se pone un delantal blanco, agarra el cuchillo de carnicero y se dirige detrás de la barra. COLOMBINA queda rondando por la cocina, de un lado a otro de manera aleatoria.
ARLEQUÍN. – (mientras corre la cortina, tapando así todo lo que ocurra detrás de la barra al público y a COLOMBINA, que sólo lo puede intuir por la sombra de ARLEQUÍN que un foco proyecta sobre dicha cortina, como en sombras chinescas) ¡Al tajo!
COLOMBINA. – Nunca mejor dicho…
Breve silencio.

ARLEQUÍN. - ¡Oh, Dios! ¡Qué asco!
COLOMBINA. - ¿Mucha sangre?
ARLEQUÍN. – Qué va, si aún no he empezado a desmembrar y eso, sólo le he quitado la camisa y… la Virgen, ¿cuándo fue la última vez que el señor se duchó?
COLOMBINA. – En fin de año, creo.
ARLEQUÍN. – Bueno, ocho meses; tampoco es tanto… (se ríe)
COLOMBINA. - ¿Qué pasa? ¿De qué te ríes?
ARLEQUÍN. – (conteniéndose la risa) No, nada, de que le he quitado los pantalones al amo. Y te digo yo que tampoco lo hubieras notado demasiado si hubiera abusado de ti. (Se asoma por detrás de la cortina y, sonriendo, le hace un gesto a COLOMBINA que denota el pequeño tamaño del miembro de su amo. COLOMBINA mira perpleja).
COLOMBINA. – Pa chasco…
(ARLEQUÍN, de nuevo detrás de la cortina, comienza a hacer gestos de estar descuartizando el cuerpo.)
ARLEQUÍN. – Anda que…
COLOMBINA. - ¿Qué?
ARLEQUÍN. – Pues que esto sí que es un trabajo duro… me estoy poniendo guarro.
COLOMBINA. – Te lo agradezco muchísimo, de verdad, Arlequín.
ARLEQUÍN. – no me agradezcas nada, mujer…
COLOMBINA. – Sí, sí te lo agradezco porque… porque… porque a mí me asustaría mucho hacer todo esto sola.
ARLEQUÍN. - ¿Asustar?
COLOMBINA. – Sí, por la cosa de la condena perpetua y eso…
ARLEQUÍN. - ¡Ah, las fábulas esas del Libro Gordo, y el Infierno y esas cosas, no?
COLOMBINA. – Y el castigo eterno…
ARLEQUÍN. - ¡Y coincidir con aquí el amigo allá en el Hades! ¡Imagínatelo! Toda una eternidad de persecución erótico-festiva.
COLOMBINA. – Pues maldita la gracia que me hace a mí…
ARLEQUÍN. – Anda, milano, estate tranquila. Que el de Ahí Arriba seguro que comprende lo que has hecho… al fin, ¿no es él el Dios justiciero? Más justo que lo que has hecho, no sé yo…
COLOMBINA. – Sí, sí… pero también es el Dios vengativo, y me he tomado a la torera su quinto mandamiento…
ARLEQUÍN. – Pero… pero él lo entenderá, ¡seguro! El Infierno no es lugar para señoritas (ARLEQUÍN parece darse cuenta detrás de la cortina que con el cuchillo mucho no puede hacer y, desdeñoso, lo tira con estrépito tras de sí y, hablando COLOMBINA, sale de la barra con el delantal ligeramente manchado de sangre, da vueltas indeciso por la cocina).
COLOMBINA. - ¿Seguro? Mira que allí arde por toda la eternidad Lilith, por ejemplo…
ARLEQUÍN. – (dando vueltas por la cocina) Hablamos de señoritas; no de furcias de leyenda.
COLOMBINA. – Bueno pero… imagínate que a Dios se le cruzan los cables y decide que merezco condenarme (ARLEQUÍN encuentra un hacha, lo coge, se sonríe y asiente dirigiéndose de nuevo hacia la barra) Sería horrible… y ¿qué se supone que vas, a cortar leña?
ARLEQUÍN. – (deteniéndose) No.
COLOMBINA. - ¿Entonces?
ARLEQUÍN. – Pues, ¡chica, que con el cuchillo no me cundía!
COLOMBINA. – (disgustada) Bueno pero… no seas muy brusco… A los muertos hay que tratarlos con respeto y delicadeza, hasta para despiezarlos.
ARLEQUÍN. – Nada, tranquila: yo soy un desecho de sutileza. Sólo con decirte que antes de entrar a servir en esta casa pedía permiso a las vírgenes antes de romperlas el himen… ¡Il dolce Casanova, que me llamaban! Incluso me envolvía en seda el…
COLOMBINA. - ¡Calla, cerdo! Que sí, que sí; que me ha quedado muy claro el mensaje. Anda, tira a lo tuyo, pero ¡sé delicado!
ARLEQUÍN. – (metiéndose de nuevo tras la barra) Descuida.
COLOMBINA. – Pues eso, la cuestión (mientras hable COLOMBINA, se verá la sombra de ARLEQUÍN en la cortina dando hachazos de la manera más bruta y cómica posible. Como si estuviera cortando un enorme tronco que se resiste. Mientras haga esto de vez en cuando se parará a secarse el sudor, o a contemplar su masacre, orgulloso) es que me da un poco de miedo, Arlequín… Nunca me lo había planteado… quiero decir: yo nací en una familia humilde y… desde bien pequeñita siempre me metieron esas ideas tan… siniestras en la cabeza: crucifixiones, venganzas, plagas, muerte y castigos para los pecadores… no creo que eso sea bueno para la educación de un crío; yo crecí bajo la congoja de aguantar durante siglos sin término que Satanás me diera azotes y, así, me alejé de toda vida pecaminosa: mantengo mi virginidad, ayuno en época de cuaresma y doy, siempre que la miseria que nos dan aquí me lo permite, dinero a los méndigos y tullidos de la calle de los comercios pero, claro, llegamos a situaciones como esta y me planteo: ¿y si todo lo que he hecho, o mejor, lo que no he hecho, se borre de un soplido por un triste disparo? ¿Y si defender lo que tanto tiempo he preservado por miedo al Infierno sea lo que me lo acerca más? Oh Dios, me tiemblan las piernas sólo de pensarlo. Podría ser que todos estuvieran equivocados, y Dios sólo fuera una invención loca y carente de sentido de los humanos para controlarse entre ellos. ¡Ojalá! Porque si Dios existe, y es cierto que es bondadoso, no entiendo cómo puede permitir que esta congoja se me esté comiendo tan rápido las tripas… Arlequín.
ARLEQUÍN. – (exaltado, y sin parar de dar hachazos) ¡Dime!
COLOMBINA. – (triste) Creo que nadie me ha besado nunca…
ARLEQUÍN. - ¿De veras?
COLOMBINA. – De veras. Creo que nadie me ha deseado nunca más allá de este escote.
ARLEQUÍN para de dar hachazos y sale de la barra con el delantal exageradamente manchado de sangre, muy serio, acercándose a COLOMBINA.
ARLEQUÍN. – Pues yo creo, Colombina, que no es el mundo el que se equivoca, si no tú… Porque yo conozco a una persona que se muere por ti, por besarte, y por despertarse cada mañana abrazado a tu cintura, oliendo tu melena. Una persona que se dejaría fusilar una, dos, tres y hasta mil veces seguidas por una caricia de tus manos ¿qué digo? Por un contacto casual con tu piel (poco a poco se ha ido acercando a ella); y Dios tiene que existir, Colombina. Tiene que existir porque todo el torrente desbordado de sentimientos que esa persona tiene para ti no es mundano; no puede serlo y sólo puede provenir de algo divino…
COLOMBINA. – (estando ya ambos cara a cara a punto de besarse) ¿Y quién es esa persona…?
ARLEQUÍN. – Esa persona soy…
Fuera de la cocina, en el pasillo, suena un ruido fuerte, como de una cacerola cayéndose. ARLEQUÍN y COLOMBINA se sobresaltan y se separan.
COLOMBINA. - ¡Viene alguien!
ARLEQUÍN. - ¡El cuerpo ya está despachado, hay que hacer algo con él! (y se mete detrás de la cortina y, tras enredar nervioso un momento, sale con un enorme y abultado saco con alguna mancha de sangre donde se supone que está el cuerpo descuartizado de PANTALEÓN y, sin saber qué hacer con él, lo arroja dentro de la marmita. Tras eso, la voz de POLICHINELA se oye, acercándose, cantando el Aria del “Vesti la Giubba” de la obra Pagliacci, totalmente borracho. Mientras ARLEQUÍN se quita el delantal y lo esconde detrás de sí y tanto él como COLOMBINA falsean una sonrisa excesivamente simulada, entra POLICHINELA, un joven algo jorobado, vestido un con un enorme camisón blanco, gorro blanco y careta blanca (típica vestimenta de la Commedia dell’arte) dando tumbos.
POLICHINELA. –
Ridi, Pagliaccio,
sul tuo amore infranto!
Ridi del duol, che t'avvelena il cor!
Pero… pero ¿ qué es esto? ¡Queridos amigos! ¡Compañeros! ¿Qué digo? ¡Hermanos! ¿Qué hacéis por aquí a estas horas? ¿Cocinando? Si es eso me viene genial, asique decidme que sí. Traigo un hambre de galgo. He estado en la taberna (agarrándose a Arlequín) ¡qué hembras, hermano mío! Tendrías que haberlo visto. Aunque ninguna como vos, señorita (mirando a COLOMBINA, agarrándola la mano y besándola) ¡No hay nadie como vos en todo el universo! Y… ¿de qué estábamos hablando? ¡Oh sí! Del vino, el maravilloso vino, ¿cuál es tu favorito, hermano Arlequín?
ARLEQUÍN. – No sé… los moscato, supongo.
POLICHINELA. - ¿Blancos, o negros?
ARLEQUÍN. – Blancos.
POLICHINELA. - ¡Cerdo racista! Al vino, compañero de mi alma, no hay que hacerle esa clase de feos… no por su color de piel una mujer es menos hermosa, si es que es cierta esa leyenda que cuentan las malas lenguas sobre que hay mujeres que no son hermosas; de la misma manera, no por su tono un vino es menos dulce (hipa) y emborracha menos. Aunque yo soy más de lambrusco, vaya.
ARLEQUÍN. – Tú lo que pasa es que estás borracho.
POLICHINELA. - ¿Yo?
ARLEQUÍN. – Tú, sí, tú.
POLICHINELA. – Me ofendes, querido amigo, diciendo obviedad tan grande y desprestigiante; (hipa) yo prefiero pensar que rindo culto al dios de nuestros antepasados. (Alzando el brazo derecho) ¡Ave, Baco, señor de todo lo hermoso!
ARLEQUÍN. – (a Colombina) Creo que me voy a llevar a aquí el amigo a la cama, a ver si se le pasa la tostada…
COLOMBINA. – Hazlo, antes de que despierte a toda la casa con sus gritos y sus cánticos.
ARLEQUÍN. – (a POLICHINELA) Vamos, camarada, ¡a dormir!
POLICHINELA. – Sí, la verdad es que me hace falta. Pero, para conciliar el sueño, ¿qué tal un brindis?
ARLEQUÍN. – Ya has tenido suficientes brindis por hoy, creo yo.
POLICHINELA. - ¡Por la amistad! (tras decir esto, cae redondo al suelo)
ARLEQUÍN y COLOMBINA miran perplejos.
ARLEQUÍN. – Pues nada, está de Dios que hoy me toca arrastrar a la gente… mañana mismo, al despuntar el alba, me desharé de alguna manera del cadáver, ¿vale? Me da la sensación de que le va a ser muy difícil a Pantaleón, en su estado actual, salir de esa marmita, asique tú duerme tranquila.
COLOMBINA. – Todo lo que me deje mi conciencia.
ARLEQUÍN abraza a su compañera paternalmente.
ARLEQUÍN. – Todo irá bien.
COLOMBINA. – Dios te oiga.
ARLEQUÍN. – Precisamente… lo que espero es que Dios ni nos oiga ni nos vea… (Arrastrando a POLICHINELA, que ronca ebrio, hacia la puerta) Buenas noches, Colombina.
COLOMBINA. – Buenas noches, Arlequín
ARLEQUÍN y POLICHINELA salen por la puerta, y, lentamente, se apagan las luces mientras COLOMBINA rompe a llorar, desconsolada, y se cierra el

TELÓN.

Mistress Lawliet


Eminencia

Mucho mejor el segundo, dónde va a parar. Es más, yo que tú pulía el principio, porque es un poco típico y no dan ganas de leer lo que viene (aunque sea digno de ello).



Última edición por Mistress Lawliet el Vie 10 Jun 2011 - 4:49, editado 1 vez

Monsieur Bouquet de Nerfs

Monsieur Bouquet de Nerfs
Moderador

hmgráshias! le pegaré un repaso a la escena 1 y lo seguiré
tendréis noticias de mi abogado

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