Hoy no es el día. Hoy es niebla.
Hoy no se ve nada, pero nada puede ser demasiado. Demasiado abrumador, que ciega y descompone, que abandona pero siempre retorna.
Hoy no es lleno. Hoy es vacío.
Hoy es andar entre la niebla sin aparentar desplazarse. Andar, pero sin consciencia, como flotar sobre las nubes o entre la espuma, con inspiración tímida y espiración profunda y entrecortada, que hace recordar por un momento de forma inesperada que, eres.
Eres, sin ver nada. Eres la colilla que desprende humo ennegrecido en el suelo de la acera, que a punto está de llegar a su particular fin, pasar de ser algo, a no ser nada, agonizando sus últimos suspiros de humo para transformarse en polvo blanco que inunda la vista y que cala cada hueso del color de la nieve, enfriándolo hasta su desactivación definitiva.
Y no caminar, o caminar sin consciencia entre bramidos de la pura y absurda imaginación porque cada articulación ha sido congelada por el bramido de una bruma iluminada con su blanca luz.
Hoy no se ve nada, pero nada puede ser demasiado. Demasiado abrumador, que ciega y descompone, que abandona pero siempre retorna.
Hoy no es lleno. Hoy es vacío.
Hoy es andar entre la niebla sin aparentar desplazarse. Andar, pero sin consciencia, como flotar sobre las nubes o entre la espuma, con inspiración tímida y espiración profunda y entrecortada, que hace recordar por un momento de forma inesperada que, eres.
Eres, sin ver nada. Eres la colilla que desprende humo ennegrecido en el suelo de la acera, que a punto está de llegar a su particular fin, pasar de ser algo, a no ser nada, agonizando sus últimos suspiros de humo para transformarse en polvo blanco que inunda la vista y que cala cada hueso del color de la nieve, enfriándolo hasta su desactivación definitiva.
Y no caminar, o caminar sin consciencia entre bramidos de la pura y absurda imaginación porque cada articulación ha sido congelada por el bramido de una bruma iluminada con su blanca luz.